“El monstruoso asesinato de tiburones en los mares de Costa Rica es algo que nos debe llenar de vergüenza…” Así inicia la denuncia planteada por un escritor ambientalista, en su artículo sobre el aleteo de tiburones.
Ciertamente, cortarles las aletas a estas bellas criaturas para desechar el resto de su cuerpo, es un dantesco episodio que se vive día con día en nuestros mares y especialmente en zonas protegidas como la Isla del Coco; y a vista y paciencia de autoridades y gobiernos de turno. Este atroz asesinato disminuyó la población de cetáceos en los últimos años en un 90 %, lo que se sabe por datos en poder de PRETOMA, “Programa de Restauración de Tortugas Marinas”. Según estudios y censos del gobierno japonés, cientos de embarcaciones extranjeras y nacionales casi acabaron nuestras riquezas marinas utilizando esas prácticas malévolas.
Por la negligente burocracia, convenios e intereses del Estado, o más bien, de los “patriotas” políticos, se acabaron los bosques. Ahora les tocó el turno a los mares. En los muelles públicos, privados y clandestinos se venden las aletas de tiburón en un mercado de oprobio y desprecio hacia la naturaleza; y en un país, donde los dirigentes y la propaganda estatal se vanaglorian ante el mundo de su “lucha ambiental”; e incluso, informes maquillados de la ONU colocan a Costa Rica en lugares aceptables en cuanto a conservación ambiental. ¡Impostores!
En la Isla del Coco, en su área marítima “protegida”, el compromiso es muy serio para la fauna y los ecosistemas; pero también para el desempeño de la isla como zona de reproducción y mantenimiento de la productividad marina de toda la región.
Es asombroso que las 400 especies de tiburón que existen en los mares del mundo estén en peligro de desaparecer a causa de la insaciable pesca para surtir únicamente las demandas de aletas consumidas en todo el mundo por un depravado mercado que se inició en los años sesenta en los países asiáticos, orientado a satisfacer clientes de Hong Kong, Taiwán, Singapur y de las colonias chinas de los Estados Unidos. ¡Es monstruoso!
¿Cómo puede ser posible que una población tan vasta se haya mermado en tan corto tiempo y esté a punto de desaparecer? La respuesta está en la técnica de pesca que usan estos asesinos, que consiste en colocar a lo largo del mar lo que llaman un palangre, que es un cordel muy grueso que puede medir hasta 100 kilómetros de largo y tiene ramificaciones con anzuelos donde van quedando enzarzados los pobres tiburones y otros peces, incluyendo tortugas de especies casi extinguidas. Alrededor del mundo se ha calculado que se colocan entre 3 y 10 billones de anzuelos por año.
Costa Rica tiene la flota de palangre más grande de Latinoamérica: alrededor de 550 embarcaciones, y el país entero es puerto internacional de desembarque y exportación de productos de tiburón. ¡Qué honor! Productos capturados por embarcaciones que vienen de países tan lejanos como Indonesia y Taiwán, a vista y paciencia de “diligentes autoridades”. Pescan ilegalmente en aguas de nuestra Zona Económica Exclusiva y ha habido un aumento desmedido en la concesión de licencias pesqueras.
Se calcula que los tiburones han existido durante 400 millones de años y después del hombre se han convertido en los máximos depredadores marinos por sus ventajas hidrodinámicas, su fuerza extraordinaria, sus sistemas nerviosos hipersensibles; y por lo tanto su desempeño es protagónico en la ecología marina, ya que mantienen un control y un balance importantísimo desde su cúspide en la cadena alimenticia sobre las poblaciones de cada ecosistema, así que su condición saludable y su número es de vital importancia en el mantenimiento de la productividad y sostenibilidad de los mares.
Las autoridades del Estado alegan que no tienen medios para combatir este desastre; pero cuando se trata de drogas hacen oscuros convenios y vemos flotas enteras de navíos militares extranjeros patrullando nuestros mares tratando de capturar traficantes; y los poderes de la República entregan soberanía y dignidad a cambio de quién sabe cuánto, más sumisión y servilismo hacia esas potencias. Pero cuando se trata del asesinato y depredación de los recursos marinos, quizá más importantes al fin y al cabo, no tienen medios para protegerlos.
El vergonzoso “aleteo”,
Un crimen tan infamante,
Tan atroz y repugnante,
Por morbosos concebido,
Pareciera haber salido
De “La Commedia” de Dante.