Autonomía universitaria sin autonomía

Es evidente que para entender la expresión autonomía universitaria primero debemos saber lo que significa autonomía y si con universitaria sólo se añade totalitarismo.

Es evidente que para entender la expresión autonomía universitaria primero debemos saber lo que significa autonomía y si con universitaria sólo se añade totalitarismo. Esto puede servir, por ejemplo, para reconocer cierta noción dictatorial de autonomía universitaria sin autonomía y considerar si es eso lo que realmente queremos para una casa de enseñanza superior.

La idea de una capacidad de autorregulación institucional (autonomía universitaria) se deriva de la misma capacidad en un plano individual, entendida como independencia subjetiva (autonomía). Por sólo esta razón puede verse que la autonomía universitaria no existe sin el debido respeto a la autonomía de cada persona, y que las vejaciones a este nivel no pueden ser ocultadas manipulando los términos lealtad y solidaridad.

Al mismo tiempo, nada impide entender la autonomía universitaria como suma de autonomías individuales. La ventaja de lo anterior se desprende del sentido propio de los términos que conforman la palabra autonomía: autos significa mismidad, es decir, condición por la cual se es uno mismo; nomos quiere decir ley en el sentido de justa repartición, pero basta con relacionar la palabra nomos con nous o entendimiento, según hace Platón al final de las Leyes, para comprender la autonomía como capacidad de pensar por uno mismo.

 

Igualmente conviene hacer esta aclaración: en sentido estricto, mismidad no significa identidad. Ser uno mismo implica separarse; identificarse, por el contrario, equivale a disolverse con otros. El acto de tomar distancia recibió, desde hace muchos siglos, el nombre de crítica y hoy se encuentra debidamente protegido en el Estatuto Orgánico, como propósito insoslayable de la universidad. Si la crítica no se pudiera ejercer, la institución estaría muy mal, como incluso reconoció la señora Yamileth González en circunstancias no menos tiránicas que las actuales, cuando de manera pública, con motivo de la conferencia del señor James Watson, se intentó cercenar las libertades de expresión y de cátedra, que también están debidamente protegidas en el Estatuto Orgánico como principios universitarios, y no se consiguió más que cubrir de oprobio a la institución y añadir otra condena de la Sala Constitucional.

Nueve meses después, a la vista de todos, ocurre algo similar. Esta vez un vicerrector es destituido por haber expresado su opinión en un periódico; el tema del artículo es el financiamiento de las universidades por medio del Banco Mundial, no de un hada madrina, y el riesgo en que se pueda poner la autonomía universitaria, pues tal entidad financiera estima que con este principio se contribuye a limitar la influencia del gobierno en las universidades. Independientemente de lo que pensemos, no cabe mancillar las libertades de expresión y de cátedra, ni tolerar que quienes lo hagan sean primero el Consejo Universitario y después la Rectora, ambos instancias que más bien deberían dar el ejemplo, no inspirar desconfianza y tampoco ponernos a temer una y otra vez por el respeto a esas libertades.

Por otra parte, sería muy lamentable echar a perder en una casa de enseñanza superior la diferencia entre universidad y totalitarismo. Este grave peligro los propios términos lo explican con demasiada claridad: la palabra totalitarismo proviene de todo, como universidad de universus, que también significa todo. Más lamentable incluso sería llegar a esa degradación y perversión de la lengua por puro juego político, en caso de que con la destitución de un vicerrector únicamente se quisiera favorecer a otro que también aspira al puesto de rector.

Autonomía es libertad, por eso no puede haber autonomía universitaria sin libertad, es decir, sin la autonomía de cada persona. Para vivir en libertad es necesario respetar las diferencias. Desde el punto de vista humano es sin duda más importante tener derecho a ser diferentes que a ser iguales a otros. Por este motivo la Sala Constitucional ya ha señalado lo siguiente: “La uniformidad, la univocidad, la eficiencia, el mismo orden y la misma paz son más posibles o más fácilmente alcanzables en el totalitarismo y en la dictadura que en la democracia y en la libertad; en éstas no sólo reina lo contrario: la diversidad, la discusión, una cierta dosis de ineficiencia, de desorden y de conflicto, sino que todo esto es precisamente lo que las hace más humanas, más justas, incluso más hermosas y dignas de vivir” (voto 3550-92).

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