Berridos ambientales

Todos coinciden en discursos políticamente correctos, que muchas veces llegan hasta peticiones de prohibición de gran cantidad de actividades productivas. Pues bien, yo quiero

En la red circula un sinnúmero de videos, artículos y comentarios pidiendo acabar con la minería, la tala de árboles, la contaminación, etc., rescatar la dignidad de los pueblos y proteger la vida.

Todos coinciden en discursos políticamente correctos, que muchas veces llegan hasta peticiones de prohibición de gran cantidad de actividades productivas. Pues bien, yo quiero hacer el comentario políticamente incorrecto.

Así como escribiera Bastiat en su célebre texto “Lo que se ve y lo que no se ve”, quiero centrar este artículo justamente en lo que está oculto tras los argumentos de los ambientalistas y que parecen encantar a un creciente grupo de jóvenes que, sin tener muy claras las razones, se les unen.

Los ambientalistas nos dicen que hay que prohibir la minería. Pero ¿se han dado cuenta que sus casas tienen varillas, clavos, cemento, metales y otros materiales extraídos gracias a esa actividad? ¿Han caído en cuenta que las computadoras que usan diariamente para subir a la red sus videos y artículos, tienen componentes minerales? ¿Habrán pensado que las carreteras y vehículos tienen elementos minerales? ¿Ya tomaron en cuenta que los equipos médicos, utilizados para salvar gran cantidad de vidas, son construidos con piezas que requieren algún tipo de mineral? ¿Saben que la electricidad viaja a través de subproductos de la industria mineral?

Nos dicen que hay que prohibir la tala de árboles y plantas. Pero ¿ya se dieron cuenta que los volantes que reparten en parques y universidades se hacen con papel extraído de los árboles? ¿Saben que el papel higiénico que hay en sus casas se consigue a partir de los árboles? ¿Saben que sus coloridas camisetas y sus extraños pantalones tienen, en muchos casos, fibras obtenidas de plantas? Incluso los veganos o vegetarianos, quienes proclaman que no se debe comer carne, ¿han reparado que su voracidad podría poner en peligro a cientos de especies de plantas?

Berrean porque el plástico contamina y hasta piden que se prohíba el uso de bolsas. Mas ¿pensaron que la otra opción para cargar es el papel o la tela, que implican, de una u otra forma, el uso de plantas? ¿Cómo quieren que se construya equipo médico, utensilios para la higiene y cuido personal, ropa, calzado, empaques, equipo para limpieza, asientos, etc. sin plástico? ¿Se dieron cuenta que las pinturas que usan para sus grafiti en paredes de concreto (conseguido gracias a la extracción de piedra), se fabrican con base en plásticos?

Si se prohíben todas esas actividades, ¿qué hará la gente que vive de ellas: trabajadores, empresarios, familias completas? ¿Cómo se reducirá la pobreza si no permiten que se desarrollen actividades productivas? ¿Cómo se resolverá la situación que ellos mismos califican de injusta, en términos de redistribución y acceso a oportunidades, de mala nutrición y pésimo estado de salud, de incomunicación, de brecha tecnológica si nadie puede producir riqueza?

¿Cómo quieren que vivamos? ¿Desean que abandonemos todas las comodidades y avances de la época moderna, de las cuales ellos hipócritamente disfrutan, para devolvernos a la época de las cavernas? ¿Qué comeremos? ¿Qué vestiremos? ¿En qué nos transportaremos? ¿Cómo nos desarrollaremos?

Esas son las preguntas que no han contestado y que, probablemente, tampoco se han hecho ellos mismos, pues ya habrían notado sus contradicciones. Si por lo menos fueran sinceros y coherentes, esos ambientalistas nos propondrían vivir como los amish, esa pintoresca agrupación religiosa que habita en ciertos pueblos de EE.UU. y que, voluntariamente, ha renunciado a utilizar los avances de la tecnología, condenándose a sí mismos a vivir como en el siglo XVII.

Pero no. Para ellos, la situación perfecta sería que todos los costarricenses nos subamos a un barco y abandonemos el país para dejar a la madre tierra recuperar su verdor. Pues les tengo noticias: ese barco tendrá que construirse con metal o madera y, sin importar su composición, contaminará las aguas.

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