Con orgullo, el gobierno amplía el casco y las horas dentro del cual se restringe el paso de vehículos cuya placa tenga “x” terminación.
¡Pero qué ingenuidad! Mientras el costo del crudo subía, se vendía la comida y agua, los ricos se enriquecían y los pobres se endeudaban con el jineteo de créditos “rápidos y sin fiador”, se ejecutaba la segunda gran idea del momento. La primera, sigue siendo un “tarado ligamen comercial”.
Y es que prohibir durante trece horas, unos cuantos kilómetros lineales, bajo el control de algunos oficiales de tránsito, la avalancha de vehículos que se aglutinan entre bulliciosos sonidos de claxon e insultos, buscando atajos que nunca tuvieron esa virtud, es un absurdo; si además lo acompaña la amenaza de cancelar el peaje, digo, la multa de cinco o diez mil colones, si un irresponsable conductor rompe el sello de seguridad que imponen en los embudos de las principales vías josefinas…y, ¿el resto de país?
Siguen importando miles de carros para este pequeño país; se destruyen calles; los semáforos pierden su razón de ser cuando las presas y la desesperación regulan el paso; se anula la economía doméstica por el incremento de nuestra codependencia petrolera; las figuritas políticas lucran con fondos internacionales… pero las autoridades imponen, que no equivale a cobrar, una multa tonta si se irrespeta la restricción.
Pero más allá del olvidado compromiso de nuestros gobernantes de defender el país, sus recursos y su gente, ¿qué pasa con los electores que nos llenamos la boca criticando a los partidos políticos, afirmando que todos son iguales mientras somos cómplices de la destrucción de este hermoso país?
El gobierno descansa en telarañas corruptas las rutas interurbanas; busca el mejor postor para los trenes; juega con impuestos; hace moños para regalar instituciones públicas y territorio, a la sombra de un café legislativo y la fuerza mediática que con realities shows se deforman “valores” sociales y se fortalece el consumismo, el machismo, la intolerancia, la superficialidad, el egoísmo y la ignorancia…es la atrofia de los hijos de Juan Santamaría.
¿Qué esperamos? Seamos serios, en especial si nuestros gobernantes no lo son; si la “suiza centroamericana” nunca ha sido ni será un país de arcas llenas ni una potencia autosuficiente. Creo en mi país y quisiera verlo ganar inclusive un mundial, pero su riqueza está en la gente que siembra la tierra y quienes no ceden a la corrupción (y con esto incluyo a los que llegan a hacer “nada” de sol a sol); su riqueza está en sus campos y bosques, ríos y cafetales, cada vez más arrinconados por urbanizaciones, hoteles y carreteras.
¿Por qué seguimos usando los vehículos hasta para comprar el pan?;¿por qué nos creemos ricos con tarjetas de crédito que cubren caprichos innecesarios, mientras se engrosan deudas cuya vida ya no alcanzó para saldar?; ¿por qué burlamos el “búnker” de oficiales de tránsito o pagamos el peaje, en lugar de hacer conciencia?; ¿por qué sustituimos acciones por críticas discursivas como si con ello se saldara la factura que ya políticos y politiqueros, empresarios e inversionistas endosaron a costa del “progreso nacional”?; ¿por qué no paramos el despilfarro y la destrucción del ambiente y dejamos de ser cómplices de los corruptos con poder?
Más allá de la responsabilidad de esos politiquillos, ¿qué haremos, cuando se acabe la comida, el agua, la naturaleza y los valores de este otrora “labriego y sencillo” país?