Una de las curiosidades de los escenarios políticos en las sociedades modernas es que existen cadáveres que gozan de buena salud y otros que hieden a huevo podrido por su descomposición. Entre los primeros está el fascismo, con sus corolarios de racismo, ignorancia, mentira y terror como mandato político, y gusto por el espectáculo y la coreografía macabra que hoy alienta en Estados Unidos (Tea Party, Gobierno Federal, CNN, sensibilidad cotidiana), una parte de Europa (inmigración no deseada, racismo, derechización y oligarquismo políticos) y la dirección del Estado de Israel, por citar tres núcleos significativos. Los tres, y sus extensiones (OTAN), poseen suficiente armamento masivo como para liquidarnos a todos (ellos incluidos) y existen algo más que indicios de que podrían utilizarlo. El brutal dominio del capital financiero tiene cuerpo fascista. Cadáver rozagante que se pavonea en medio de delirios místicos y agobios de terror-congoja.
Entre los cadáveres huevo-podrido, que pueden coexistir con los muertos de salud abundante, figuran aquellos cuya hediondez se cosmetiza, como el régimen democrático de gobierno. El aderezo transita por las elecciones, monitoreadas y no monitoreadas, y ‘exportadas’, por ejemplo, a Irak, Egipto y Libia. Y están los difuntos incosmetizables cuyo hedor se presenta como pesadilla, es decir hasta en sueños. Este último es el caso de Costa Rica y su Partido Liberación Nacional.Un artículo de un insospechable local, Enrique Obregón Valverde, “Algo nos están robando” (La Nación, 27/11/2011) reseña casi entera la ruda fetidez del cadáver tico. Lectura recomendada. Está en Internet. El casi” es apenas crítico. No es que algo “se esté robando” en el país, sino que ya se lo robaron y el atraco se establece hoy como ámbito político y deseable que busca aplausos y otorga prestigios. Apartemos las tramas para delinquir que idearon/ejecutaron expresidentes y funcionarios de instituciones autónomas. No todos fueron acusados ante los tribunales y los más conspicuos recibieron sanciones quizás apegadas a derecho, pero leves en relación con la conmoción ciudadana que provocaron. El dizque liberacionista huyó. Ignoremos el estruendo de hace ya rato de Crucitas y el tufo que desprenden los contratos para ejecutar obra pública (el Estado pierde siempre porque así lo negocian sus representantes). Pasemos por alto que el hoy Fiscal General debió renunciar al sorprendérsele grato con los guiños de un ciudadano “por encima de toda sospecha”, que puede llegar a presidir el país ya ya. No es que la gradería de sol se haya apoderado de las instituciones, diagnóstico momio. Es que una minoría autoproclamada como clase política capturó y transformó las instituciones públicas y la cultura democrática en su espacio de evacuación intestinal y disfrute de privilegios.
La descomposición aparece superficialmente en proclamas que enorgullecen a sus voceros: “Pa’eso tenemos mandato” (K. Casas), “Opositores chuchingas” (F. Molina). “El águila ignora caracoles” (Óscar). Bajo la superficie, el sostenido proceso de un Estado que acentúa patrimonialismo y clientelismo hasta perder todo rasgo republicano. El punto avisa crisis porque la mundialización hace fluir dinero/poder y prestigio por encima de las cabezas y necesidades de los ciudadanos y gentes y de sus geografías. El poder ignora a la gente. Y en Costa Rica la política, PLN a la cabeza, venía haciéndolo también.
En este doble distanciamiento se pudre el PLN (el PUSC nunca fue partido en sentido estricto) y su tufo impregna todo. Incluso el pulcro PAC da signos de querer aportar al hedor. Desaparecidas las personalidades que quisieron tensionar intereses privados con proyecto republicano, surgen los ‘líderes’ que hacen de gula y altanería un estilo político. Les hacen coro tecnócratas ‘universales’, abogados y magistrados sobalevas, funcionarios acomodados y voraces, oficinistas lánguido/rapaces. El latrocinio y la fuga moral, intelectual, cultural y física del país, convertidas en norma. Los dineros públicos se esfuman sin alcanzar ni mínimamente los fines para los que fueron presupuestados. El privado no paga impuestos. La acción política sopla incendios y se reduce a mentironadas y mentirillas. La minoría que dice gobernar se autocomplace: hace clavos de oro. Cree que nunca se utilizarán para tapiar su ataúd.
Pobre pueblo y ciudadanía de Costa Rica. Happy Viernes Negro y próspero Año Nuevo.