El viernes 15 de mayo, los profesores que debíamos impartir lecciones en horas de la tarde en los edificios de Ciencias Sociales, Estudios Generales y Físico-Matemáticas de la Universidad de Costa Rica (UCR), nos encontramos con la sorpresa de que había una actividad en la Plaza 24 de Abril cuya música de fondo tenía un volumen excesivo.
Al preguntar acerca de la actividad, resultó que se trataba del I Festival Interuniversitario por la Diversidad Sexual, realizado en el contexto de la celebración del Día Nacional contra la Homofobia. El permiso para efectuar esa actividad fue solicitado el 5 de mayo por el Centro de Investigación en Estudios de la Mujer (CIEM), y la autorización correspondiente fue dada por alguna instancia universitaria en los días siguientes. En la solicitud del CIEM, se indica que, entre otras actividades, se realizaría un concierto entre 5 de la tarde y 9 de la noche.
De esta manera, aunque no existía autorización para ello, había música de fondo, a un volumen excesivo, desde antes de las 2 de la tarde; y el concierto, que debía empezar a las 5, comenzó alrededor de treinta minutos antes. Así, por más de 7 horas, se presentó una situación que afectaba –si es que no impedía completamente– la realización de actividades docentes en tres de los principales edificios de la UCR.
Ciertamente, la UCR debe brindar espacio para la realización de las más diversas actividades académicas y culturales; sin embargo, no se justifica que para realizarlas se irrespeten los derechos de los demás: el derecho al trabajo de los profesores y el derecho de los estudiantes a la educación.
Sería oportuno que, a corto plazo, las autoridades universitarias reglamenten de la manera debida este tipo de actividades, de modo que la instancia académica que las organiza asuma la responsabilidad de evitar situaciones de abuso y, en particular, de garantizar que la labor docente no se verá perjudicada.