¿Censo o descenso?

Esta investigación, legalmente programada para que se realice cada diez años, otra vez se hará tardíamente sin que medie una explicación satisfactoria.Sin embargo, el

Durante la última semana de agosto, el INEC llevó a cabo en el cantón de Palmares el Censo Piloto, cuya ejecución tenía como fin verificar que el instrumento o boleta para recolectar los datos y demás procedimientos por aplicar en el próximo censo nacional de población y vivienda funcionan satisfactoriamente.
 

Esta investigación, legalmente programada para que se realice cada diez años, otra vez se hará tardíamente sin que medie una explicación satisfactoria.

Sin embargo, el atraso luce insignificante a la luz de los innumerables años que hemos esperado por obras esenciales como la vía a Caldera, la carretera Costanera y un aeropuerto internacional menos vergonzoso que el que nos dejó Alterra.
Gestado en el seno de un Estado abúlico, intelectualmente sedentario, el censo por  realizar, tal y como se programa, es susceptible de generar dudas y cuestionamientos tan inquietantes como los que la población tiene sobre las obras de infraestructura antes mencionadas.

 

En gran medida, los alcances del censo están delineados por los contenidos del cuestionario y este evidencia limitaciones, para no decir omisiones importantes.

En la boleta propuesta para el censo de población, los responsables no parecen haberse dado cuenta de los profundos cambios que han experimentado hogares y familias en tiempos recientes.

Tal y como se intenta administrar la pregunta, “relación con el jefe”, los perfiles familiares por obtener solo se asemejarían a los estereotipos de las series de televisión viejas -como “Los Picapiedra” o “La Casa de la Pradera”.
Por sus mentes no pasa la idea de que en muchos casos las familias están compuestas por los hijos de ella, los de él y los comunes, una mezcla potencialmente conflictiva de genes.
 
Si menciono que habrá hogares en que jefe y cónyuge son del mismo sexo, que algunos niños son criados por dos mamás -para no mencionar explícitamente parejas lesbianas- evidentemente no parece que los encargados de la planeación censal estén interesados en indagar, o facilitar a los usuarios, determinar con qué frecuencia se presentan esos casos en la sociedad costarricense.

No creo tampoco que se haya hecho mucho con la pregunta sobre etnicidad del censo del 2000 y las categorías de la incluida en el 2010 no son muy prometedoras. Otras preguntas como “hijos nacidos vivos e hijos sobrevivientes” fueron incorporadas en censos anteriores para medir, indirectamente, los niveles de fecundidad y mortalidad en países con registros incompletos.
Sin embargo, como Costa Rica dispone de estadísticas vitales de calidad razonable, tales preguntas constituyen un anacronismo y un gasto superfluo. Uno de los pocos aciertos es que se incluye una pregunta sobre lugar de trabajo, desestimada anteriormente porque se decía que el informante no sabría este detalle. Siempre fue un argumento paradójico que el informante ignorara este dato, pero conociera otros más específicos, como las características donde desarrolla las labores la persona sobre la que se informa.

Esta pregunta sobre el lugar del trabajo, es por supuesto una información crucial para solucionar los acuciantes problemas de transporte que nos aquejan.

Un listado de elementos  faltantes obligaría a preguntar por qué se ha omitido un detalle sobre tipos y uso de la energía en los hogares, por qué faltan temas que nos permitan anticipar los problemas derivados del inminente envejecimiento de la población o por qué “salud” no aparece como tema relevante, todos aspectos para los cuales el censo de prueba luce insuficiente, por no decir, pobre.

Con el presupuesto de un Estado exhausto por el pago de salarios, pensiones y el servicio de la deuda, se debió haber hecho un esfuerzo para perfeccionar las tareas y reducir el costo estimado de 9000 millones de colones, aproximadamente 5000 colones por hogar a visitar, de las actividades censales.

En vez de aplicar un extenso cuestionario a todas las viviendas, se pudo haber considerado la posibilidad de emplear un cuestionario corto -de conteo- y uno o más cuestionarios más extensos solo a una fracción -una muestra- de los hogares costarricenses. Después de todo, nadie necesita exactitud censal de cifras irrelevantes. 

Los fondos para completar el censo han sido incluidos en el presupuesto extraordinario que discute la Asamblea Legislativa. Debido al estado de calamidad ocasionado por las intensas lluvias e inundaciones parecería prudente redestinar esos recursos a otras obras.

Esto daría algún tiempo adicional para revisar profundamente los temas y metodología del próximo censo de población y vivienda, en vez de hacer las cosas simplemente “porque así se ha venido haciendo”. Carpe diem.

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