En Coaching se intenta gestionar equipos de trabajo de alto rendimiento. El alto rendimiento no tiene que ver con producir más en menos tiempo, como pretendía la administración científica. El alto rendimiento se refiere al trabajo en equipo. Pasar de Grupos de Trabajo a Equipos de Trabajo es fundamental cuando se quiere generar un cambio positivo.
¿Por qué las ideas buenas no logran desarrollarse? Existen dos actitudes básicas en el comportamiento de toda persona: racionalidad y emotividad.
La mayor parte del tiempo no apoyamos argumentos, sino emociones. No apoyamos el argumento de nuestro interlocutor, sino los sentimientos que tenemos de nuestro interlocutor. Si nuestras emociones son favorables hacia el interlocutor, es más probable que apoyemos sus argumentos (¿argumentos?). Por el contrario, si nuestras emociones son desfavorables hacia este interlocutor, con toda seguridad rechazaremos sus argumentos. Somos adultos, pero aún seguimos haciendo cucharitas en lo más profundo de nuestra masculinidad y feminidad aparentemente madura.
No importa lo de las cucharitas, si estas no afectaran a otras personas. El problema: esas cucharitas (las emociones) pueden generar perjuicio hacia otros. En el momento mismo en que nuestro punto de referencia son nuestros sentimientos para tomar decisiones, caemos en un problema de objetividad racional.
Las ideas se rechazan con base en aspectos emocionales. Una propuesta puede ser acogida o rechazada de acuerdo con el grado de afiliación emocional que exista al interno de un grupo. Si dentro de un grupo existen rivalidades emocionales es imposible que exista la discusión razonable, sino el rechazo emocional.
Existen dos categorías de mercado que son parte del folclore cultural. En su forma verbalizada: “caer bien”; “caer mal”. Conjugadas en primera persona (y refiriéndose a otra persona) tenemos: “me cae mal”, “me cae bien”. En superlativo nietzscheano tenemos: “me cae supermal”, “me cae superbién” (ese tipo o tipa).
A partir de esta profundidad metafísica fundamos nuestra racionalidad. A partir de esta objetividad científica tomamos decisiones. A partir de esta rigurosidad filosófica (Espíritu Absoluto) privilegiamos a unos, desfavorecemos a otros y creamos argollas en la esfera pública y privada, sello autóctono de esta cultura fundada en la emoticracia.
Con base en esta profunda psicología, científicamente documentada, juzgamos las personas. Este es el paradigma kuhniano y marco epistémico por excelencia empleado por un sinnúmero de ilustres.
Muchas ideas no logran desarrollarse porque encuentran obstáculos emocionales. Hace algunos años el filósofo de la ciencia Gaston Bachelard, en su obra de 1938 La formación del espíritu científico, afirmaba que las opiniones son obstáculos epistemológicos para la ciencia. La opinión pretende traducir la necesidad en conocimiento, mientras que la ciencia se enfoca objetivamente en demostrar con bases, con hechos. Una afirmación que tiene mucha validez. ¿Emociones como obstáculos racionales para las buenas ideas? Sin duda alguna.
Razón llevaba Bachelard. Hoy es la misma (…). La comedia de todo esto: quienes más hablan de filosofías apegadas al espíritu crítico son quienes más sucumben en el reino emocional, quienes más cucharitas hacen, quienes menos capacidad tienen para proponer cambios positivos, quienes más próximos están de brincar la frontera de la mediocridad y fundar su propia Nación. (Esto es alarmante. Un serio problema si llegasen a crear su propia Nación: el favoritismo emocional sería el criterio de objetividad para nombrar embajadores y ministros para liderar… Siento escalofríos).
Los grupos (grupis) son el semillero de esta racionalidad donde reina el cucharitismo (hacer cucharitas es el arte fascinante de los niños de demostrar su fragilidad emocional). Es la asociación de grupitos de apoyo emocional donde mueren las ideas, donde mueren las buenas propuestas basadas en argumentos y no en preferencias emocionales.
La camaradería emocional se apoya recíprocamente para desollar cualquier idea (…) que no provenga de alguno de sus integrantes. Fuera de ese grupo de té, ninguna idea tiene validez, todos son tontos, tienen problemas psicológicos, son conflictivos, y cualquier otra denominación para lo cual no tengo imaginación.
Los grupos emocionales hacen daño porque aniquilan ideas. La muerte de las ideas tiene su fábrica en estos ambientes nauseabundos.
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