En el artículo anterior planteé diversas opiniones que recopilado sobre el libro de Eduardo Galeano “Las ventas abiertas de América Latina”.
II Parte
Galeano recuerda eventos y además se documenta para perpetuarlos ¿No existió en Colombia la masacre bananera patrocinada por la United Fruit Company en 1928 que tan magistralmente plasmara García Márquez en Cien Años de Soledad? ¿No fue derrocado Jacobo Arbenz en Guatemala por los intereses de la misma compañía? ¿No fueron en América Latina el caucho, el azúcar, el algodón, el café, el banano y el cacao, monocultivos al servicio de intereses de las transnacionales y de las oligarquías locales que socavaron la diversificación de la producción por años de años, reuniendo extensiones ridículas de tierra, concentrando el capital y evitando el desarrollo de un sector industrial?
Sobre los monocultivos Galeano se extiende páginas de páginas, pero según los críticos estas son falacias que propone el autor. Pero bueno si usted no confía en Galeano démosle una oportunidad al recordado Rodrigo Facio: “El monocultivo aparece como un resultado de la dominación imperialista: Nuestra economía tiene carácter colonial, para los grandes países capitalistas, los pequeños y atrasados como el nuestro son, desde el punto de vista de su importación, depósitos de materia prima y zonas proveedoras de productos agrícolas”. (Facio, Rodrigo. Estudio sobre Economía Costarricense. Editorial Costa Rica, San José, 1972.)
En otra sección del libro el uruguayo esboza como título “La diosa tecnología no habla español” y sostiene como tesis que el no tener industria de alta tecnología es otra de las razones del subdesarrollo latinoamericano. Oppenheimer, seguro, atinará a decir que Galeano es falaz también en esta aseveración, esperemos entonces que si le crea a Joseph Stiglitz, Paul Krugman o Jeffrey Sachs, quienes argumentan de la misma forma que Galeano.
Asumo que Oppenheimer, Ángel Soto y otros ilustres de América Latina siguen rindiendo pleitesía a los remedios que el FMI impone a nuestra América. Galeano los critica hoy en día y los criticaba hace casi 40 años, pero asumo que ellos tendrán razón, ya que gracias a estas recetas dictadas verticalmente de norte a sur, el coeficiente de Gini no crece y estamos cerca de extinguir los tugurios en San José (o las callampas en Santiago, favelas en Río de Janeiro, villas miseria en Argentina, jacales en México, etc.).
En este breve repaso lleva razón José Saramago, quien al hacer alusión a la lluvia de críticas de las últimas semanas decía, “la denuncia de los apresurados comentaristas, además de mal intencionada, es bastante ridícula (…) la verdad es que quien pretenda ser informado sobre lo que pasó en América desde el siglo XV, sólo ganará leyendo el libro de Eduardo Galeano”.
En el anexo que Galeano hace a las “Venas Abiertas”, “Siete Años Después”, nos da las claves que ahora, casi 40 años más tarde explican el por qué de esta demonización que se hace al libro: “Los comentarios más favorables que este libro recibió no provienen de ningún crítico de prestigio sino de las dictaduras militares que lo elogiaron prohibiéndolo”.
Las dictaduras lo prohibieron por decir demasiadas verdades, ahora los conservadores de todos lados lo descalifican y desprestigian (probablemente sin haberlo abierto) por la misma razón, pero principalmente por qué la vigencia que tiene Las Venas Abiertas de América Latina puede despertar muchas mentes y servir de guía, “este libro es una búsqueda de claves de la historia pasada que contribuyen a explicar el tiempo presente, que también hace historia, a partir de la base que la primera condición para cambiar la realidad consiste en conocerla” (Galeano), peligroso para algunos es este libro, ¿no?
Este libro no es, como dicen muchos, una victimización, hemos tenido culpa también, por ejemplo, “guardando un silencio bastante parecido a la estupidez”. Ni una excusa tampoco. Es un recordatorio, un documento histórico con bases y fundamentos argumentados con maestría y veracidad, que nos propone revisar los errores que en América Latina cometimos en el pasado, pero también no olvidar las múltiples desgracias que se soportaron y son explicación de mucho de lo que sucede hoy, para que nunca más permitamos se repitan y cambiar así lo que ha sido el destino de Nuestra América.
En otro de sus libros (Úselo y Tírelo), Eduardo Galeano dice: “Nos han acostumbrado a olvidar lo que merece memoria y recordar lo que merece olvido”; las Venas Abiertas es recordar lo que merece ser recordado, por más que muchos quieran que lo olvidemos, pero recordar para poder transformar, no para llorar.
Según Plutarco, en sus Vidas Paralelas, Alejandro Magno dormía con una copia de La Iliada de Homero debajo de su almohada. Yo y muchos otros habitantes de estas tierras no colocamos Las Venas Abiertas de América Latina debajo de nuestra almohada por una cuestión de comodidad, pero que no lo duden Oppenheimer, Ángel Soto y muchos otros, la mantenemos bien cerca.
Ojalá muchos otros latinoamericanos lo hagan también y este continente no olvide nunca, en busca de un mejor futuro y, contradiciendo la profecía de Bolívar, ser dichosos algún día.