En días recientes, desde un correo institucional ([email protected]), se envió un mensaje masivo a los estudiantes de la Universidad, con la declaración del señor rector titulada “La megamoción de Ottón Solís amenaza la estabilidad presupuestaria de la UCR”.
Se trata de una dirección desde la que los estudiantes suelen recibir información sobre asuntos relevantes para su cotidianidad universitaria, no exactamente declaraciones o proclamas políticas.
El escrito del rector difícilmente calza, en este sentido, como asunto de vida estudiantil. Se trata de la reacción del señor Jensen a las declaraciones de Ottón Solís, así como de la Contralora General de la República, en relación al presupuesto nacional y su posible impacto en el financiamiento de las universidades públicas.Los estudiantes no sólo tienen el derecho, sino además el deber, de informarse sobre un tema tan relevante, pero no precisamente por estas vías. Enviar un comunicado de este tipo, sin ninguna mediación previa, sin convocar, por ejemplo, a un debate que permita analizar las distintas aristas y puntos de vista sobre el problema, es irresponsable y muy poco universitario. Los estudiantes no constituyen un público cautivo al que se tenga derecho a manipular discrecionalmente por estas vías. La declaración del rector carece, además, de cualquier viso de autocrítica. Se apela a los mismos lugares comunes de siempre, entre otros a la “alta calificación” de la Universidad de acuerdo con dudosos rankings.
Los que trabajamos en esta universidad y la conocemos desde hace años, sabemos que la realidad es bastante menos rosa de como la pinta el señor rector. Precariedad laboral y subempleo de la mayor parte de los docentes, interinatos eternos, gamonalismos académico-administrativos, pésimos horarios que hacen muy difícil combinar trabajo y estudio, un sistema de becas ineficiente, kafkiano y deshumanizado, excesivos gastos en viajes al exterior por parte de algunos funcionarios, inutilidad de las evaluaciones para remover docentes incompetentes, corruptos e irresponsables, son sólo parte de un largo etcétera de irregularidades.
Tuve la oportunidad de conversar con varios estudiantes sobre el correo de marras, y las reacciones iban desde la indignación por un mensaje que algunos juzgaban de manipulativo, hasta el desconcierto ante la falta de una adecuada información sobre la problemática. Muchos vieron en el texto una proclama política, cuyo principal objetivo era soliviantar a los estudiantes y tirarlos a la calle.
Si queremos una universidad mejor, debemos comenzar por cambiar muchísimas cosas a lo interno, pero, ante todo, dejar de victimizarnos y de creer que la sociedad y los gobiernos de turno tantísimo es lo que nos deben, que nunca podrán realmente retribuir todo lo que hacemos por el país.
La Universidad de Costa Rica dista bastante de ser una universidad popular e inclusiva, y más bien exhibe fuertes tendencias a la elitización, tanto en lo que respecta a su personal docente –esto incluye a los jerarcas universitarios−, como con respecto al estudiantado en general.
Ignoro de dónde partió la iniciativa de enviar dicho correo, e ignoro también si a la fecha alguien ha presentado disculpas públicas. Si queremos el apoyo de los estudiantes en determinadas causas, lo correcto es ganarlo con el debate y no con adoctrinamiento.
Lo cierto es que, para ganarse o bien recuperar el respeto que creemos merecer, nos hace falta aún mucho de una virtud verdaderamente escasa en esta casa de estudios: la autocrítica.