Cierto que los costarricenses habían sufrido diversos problemas por su situación colonial, pero antes de 1821 no habían luchado por su emancipación en forma organizada.
La independencia surgió de una onda expansiva que se inició en América del Sur, pasó por México, llegó a Guatemala (capital de la entonces Capitanía General), prosiguió hacia León de Nicaragua, para culminar en Costa Rica.
Una vez conocida el Acta de Guatemala del 15 de setiembre de 1821, y confirmada la Independencia de Costa Rica, el 29 de octubre de 1821, los grupos dirigentes de Costa Rica empezaron a tomar decisiones sobre como autogobernarse.
El Pacto de Concordia, considerada la primera Constitución Política, mostraría su capacidad inicial, para reducir los conflictos; pero el localismo y la división entre republicanos e imperialistas anunciaron que aprender a gobernarse no sería fácil.
La lucha por la independencia patria acaeció posteriormente, mediante la defensa de la soberanía nacional en 1856-1857, cuando el filibustero William Walker amenazó a toda Centroamérica. Los costarricenses logramos nuestro objetivo militar, pero también logramos continuar construyendo nuestra identidad como país.
Este hecho histórico es de enorme importancia para todos los habitantes de Costa Rica, porque se impulsarían distintas conquistas sociales que nos hace una nación singular en el contexto internacional.
Una conquista es la educación. Un derecho esencial e irrenunciable de la sociedad, íntimamente vinculado al proceso democrático, al desarrollo social y económico, consagrado en la actual Constitución Política.
Como factor fundamental de cambio y desarrollo, la educación debe continuar favoreciendo la construcción de un orden social más equitativo, justo, solidario y democrático. Asimismo, debe promover el desarrollo integral del estudiantado con miras a la vivencia de los valores morales y cívicos que nos caracterizan y diferencian como habitantes del mundo.
Entonces, la educación es responsabilidad del Estado y factor determinante para la convivencia democrática.
Por ello, el Estado debe ofrecer y seguir garantizando a todos los habitantes del país, una efectiva igualdad de oportunidades educativas, atendiendo las capacidades personales, la situación cultural y las condiciones socioeconómicas de los educandos, sin discriminaciones de ninguna clase.
También debe seguir propiciando una educación general básica y una educación diversificada, para que forme ciudadanos responsables y comprometidos con su país, con valores morales y cívicos propios del costarricense, con distintas habilidades y destrezas, para la construcción de soluciones ante los apremiantes problemas de la comunidad y la patria, conscientes de sus deberes y derechos, conocedores de su sistema de gobierno, de sus mecanismos de participación y de control de sus representantes, para que asuman posiciones y expresen sus decisiones.
En la sociedad del siglo XXI, los logros de los países están más ligados a la educación de sus habitantes, que a los modelos económicos implantados.
Los avances científicos y tecnológicos que a diario nos asombran a todos, deben aprovecharse y conjugarse con un sólido desarrollo de los valores humanos. Asimismo, las artes y las letras deben ser objeto permanente de promoción y difusión.
De nosotros depende seguir consolidando la Independencia Patria, fomentando los valores que nos diferencian como país y construyendo la Costa Rica que todos necesitamos.