El primer domingo de febrero del 2014 se elige presidente y diputados. Los partidos políticos enfilan sus campañas políticas hacia grandes promesas: la reducción de la pobreza, la generación de más empleo, o bien, una mejor distribución de la riqueza. Las campañas se vuelven una paradoja entre promesas y posibilidades de ¿cómo lograr esos objetivos trazados?
Lo posible se mezcla con lo deseable, dando origen a la “politiquería” que confunden medios y fines, y engaña a la ciudadanía. Más allá de lo anterior, hoy la relación política-corrupción está ocasionando un desencanto o desafección ante la política. La política se vacía y se transforma en instrumento al servicio de grupos de interés y de presión, que anteponen el interés individual por encima del bienestar colectivo. La relación gobernante-gobernado en nuestro país, cada vez se hace más distante. Ello está generando que la ciudadanía costarricense tenga recelo ante esos gobernantes que, siguiendo a Nicolás Maquiavelo, deberían amalgamar las morales individuales y colectivas.
Estamos viviendo una enfermedad llamada analfabetismo político, que es consecuencia de ese alejamiento sobre la política, esa desilusión sobre esperar un presente cada día mejor, opacado por nuestra realidad nacional: 1.250.000 en pobreza (22%), un sistema educativo público masificado con baja calidad, la falta de una visión de país sobre qué queremos, la desafección a nuestros agricultores y campesinos, de los cuales solo los recordamos cuando se presenta una escasez de alimentos en nuestras viviendas, el alto grado de deterioro de instituciones públicas como la CCSS.
Nuestra enfermedad afecta a los y las costarricenses, a la clase política, a los “partidos políticos”, en su mayoría sin una ideología clara sobre los problemas nacionales. Nuestra campaña política se llena de grandes promesas; sin embargo, en la parte de ejecución y financiamiento son eufemismos, que ocultan la verdadera problemática: la crisis fiscal. Esta enfermedad (analfabetismo político) tiene cura, pero demanda el deseo colectivo de tener una nación mucho más incluyente respecto al futuro de nuestro país. Primero, el dicho de “un pueblo informado sabe a dónde va” es cierto; no obstante, va más allá. No es el hecho de estar informado y saber hacia dónde me dirijo, es comprender qué acciones se están tomando para dirigirme a donde yo quiero ir. Es de cuestionarse si están siendo legítimas o no, es razonar sobre por cuál información me inclino y qué fuentes consulto. Segundo, siendo verdad que la educación nace y se forma en la casa, generemos en la familia el interés colectivo por la política como una herramienta valiosa para debatir y analizar, construyendo una atmósfera responsable sobre la conducción que queremos para nuestro país. Creemos el espacio adecuado para debatir y argumentar, generemos cultura política. No seamos más parte del analfabetismo político, sepamos leer y escribir sobre política, expresamos nuestras ideas de forma libre y argumentada, seamos tolerantes de los ángulos de mira y practiquemos esa cultura política. Hagamos el esfuerzo por conocer nuestra gran responsabilidad como ciudadanos costarricenses de ejercer el voto libremente; es un deber y un derecho por el que muchos países están luchando por obtenerlo, mientras nosotros ya lo tenemos. Tenemos deberes que cumplir en las próximas elecciones.