Somos vecinos. Limítrofes. Nuestra historia vista de manera integral, es distinta. ¿Por qué tendríamos que ser hermanos? Como creyente somos hijos de un mismo Dios, lo cual quiere decir que los seres humanos constituimos las diversas etnias que forman la raza humana.
En términos de la geografía universal, somos miembros de alguna comunidad que llamamos país. Yo soy costarricense de nacimiento, no soy nicaragüense. No existe ningún país llamado Costa-Nica. Ni los nicas mandan en Costa Rica.
Tenemos una Constitución Política que en 1949 abolió el ejército, no para estar en perpetuo estado de indefensión, sino para crear espacios al desarrollo humano con visión social.
Esa Constitución tiene vigente su artículo 12 que permite formar un ejército para la defensa de la soberanía nacional. Podemos armarnos hasta las muelas del diablo, que es más completo que armarse hasta los dientes, y no solo morder, sino triturar. Los ejércitos innecesarios son un gasto público, son para reprimir a la población que los alimenta. Se usan para invadir y matar en nombre de una ideología con su régimen institucionalizado como extensión de la política y otros intereses explotadores. De ahí la guerra. Así que lo más sabio sería matar a todos los ejércitos del mundo hasta su exterminio total, y de su ceniza fría crear una policía nacional que sirva a cada país, lo mismo que una policía internacional que regule operaciones más complejas.
Nuestra patria hizo lo suyo en 1823 al cesar dicha institución luego de sufrir en carne propia su primera guerra civil, pero los ejércitos y quienes los promueven son como un delirio de aguas negras de monos uniformados, de un fabricarse guerras y juguetes de muerte, así que renació casi de inmediato para volver a quedar desacreditado en 1889 cuando nuestro sistema de gobierno comenzó a cobrar madurez, pero tampoco se pudo acabar con su lastre. Finalmente se logró en 1949, al término de la última guerra civil.
Es muy fácil volver a las armas. Hay una cierta fascinación en el ser humano por lucir galones, colgar medallas como inventario de muertos y caminar con porte de rango superior entre civiles. Por eso, creo que tomamos una buena decisión, pero nada impide que pudiéramos volver a las aventuras militares y gastar un presupuesto que nos haría falta en educación, por ejemplo, a pesar que sentimos que no está a la altura de los tiempos. El tiempo siempre acaba con nosotros, por eso debemos procurarnos calidad de vida.
Sobran los ejércitos, más en aquellos países donde abunda el hambre, como Nicaragua. Así que mirando alrededor, del otro lado de la frontera, Nicaragua tiene un poderoso ejército, como ellos mismos dicen, “muy profesional” y bien dotado de armamento moderno. Eso sí, su población se está muriendo de hambre y los más pobres constituyen un producto de exportación hacia Costa Rica. Se deshacen de ellos y reciben remesas mensuales en dólares sin ninguna inversión local, que de paso, sostienen parte de su economía. Negocio redondo. Si no tuvieran ejército podrían invertir en su gente, pero no les interesa.
Están obsesionados con el poder a perpetuidad entre mafias de clase que se reparten impunidades y saqueo del país.
No hay duda, son hábiles para mentir y manipular a su masa partidaria de fanáticos. Curiosamente, el pretexto cíclico es algo de Costa Rica. Ellos quisieran ser el centro de un nuevo imperio, lucir como césares su ave piapia, ser la adoración por cada territorio conquistado y extender su revolución de corruptos, gorilas y cobardes por el mundo. No hay duda que tienen aliados a los cuales ellos les son incondicionales. Por eso, Costa Rica tiene su familia en casa, en su célula social y su Constitución Política. Tenemos limitaciones, pero no necesitamos matones ni dictaduras sostenidas en la podredumbre.
Definitivamente, a la Humanidad le falta demasiado camino que recorrer para que la construcción de la palabra “hermanos” tenga sentido y caigan todas las fronteras. El ejército de Nicaragua tiene doctrina de guerra y sangre. Jorge Debravo, nuestro poeta universal y ciudadano de paz costarricense, firmó su rechazo categórico a la guerra: “Con arrojarnos al amor nos basta”. Yo tengo la mía: el gobierno que tiene a su pueblo con hambre, merece desaparecer.
Los costarricenses debemos estar a la ofensiva total contra el ejército invasor de Nicaragua y todas sus artimañas de culebra, que hoy son un ejército de ocupación en nuestro territorio.