Era la única en medio de mexicanos, argentinos y otros pasajeros extranjeros. Era la única con el deseo ferviente en su corazón de saber qué había transcurrido en esos 90 minutos históricos para nuestra selección de fútbol contra Grecia y, sin embargo, no sabía nada.
Al abordar al avión, le consulté a una sobrecargo con cara de amable, la posibilidad de que el piloto pudiera indícame cuál era el marcador al terminar el juego; con sinceridad me respondió: -que sufran, como sufrimos nosotros. Le sonreí entre dientes (no ocultando mi malestar) y proseguí hasta mi asiento.Despegamos, comimos, dormí, me desperté, me volví a dormir y al verificar en mi reloj que ya habían transcurrido más de 60 minutos de finalizado el partido, le consulté a otra sobrecargo, con menos amabilidad pintada en su rostro, si era factible conocer el marcador del encuentro (imaginando que si había ocurrido un empate, ya habrían pasado los tiempos extra y los penales). Para mi sorpresa, esta mujer me dio mil razones para no poder ni tan siquiera hacer el intento de realizar mi consulta (los pilotos van ocupados, por seguridad no se puede preguntar eso, esa información no se comparte, etc, etc, etc). Lo único que me dio paz, fue saber que la felicidad ya la tenía, pues sólo el hecho de ser tica, ya me hacía una mujer sencillamente feliz. Lo que nuestra selección había logrado, nada ni nadie nos lo había regalado. La felicidad de vivir en un país como el nuestro, con todo y nuestros problemas, me hacía feliz, independientemente del marcador. Era obvio que si me decían que Costa Rica había pasado a cuartos de final, sería mayor mi felicidad, pero me quede con el tesoro de sentirme feliz, yo sola, en el avión.
Ahí entendí la hazaña de nuestro equipo, esa en la que nadie creyó, hasta hoy. Entendí que se puede dar más, hacer más y ganar más. Ahí está nuestra riqueza y nuestra diferencia con otras culturas, que si bien no nos hace más que nadie, sí nos da más felicidad. Hemos construido un país próspero, el cual puede progresar más, hacer más y ganar más, con una pizca de determinación.
Mi determinación en este vuelo ha sido ser feliz, independientemente de todo lo que viví para llegar a casa con bien. Nada me quitó la sonrisa del rostro y creo que nadie nos va a quitar a los ticos nuestra fuerza y coraje, pues es nuestra. Si la perdemos, fuimos nosotros mismos quienes las dejamos ir y con ello, vendrán las lamentaciones.
Qué lindo sentirse feliz, qué lindo saber que uno es tico y qué orgullo saber en qué país nos tocó nacer.
PD: al publicar esto, era la medionoche en el DF y sí…. ¡Pasamos a cuartos en el mundial, le chime a quién le chime!