Cuadras al aire

Como quien dice, el fútbol nacional está cayendo en malas manos. Vaya vacilón el de un país donde se busca estafar inversionistas y vivir

Como quien dice, el fútbol nacional está cayendo en malas manos. Vaya vacilón el de un país donde se busca estafar inversionistas y vivir de una corrupción parcialmente institucionalizada. Deben ser mentes que no saben ganarse la vida, sino es a través del crimen y el acecho al inocente. Vaya jolgorio de personas inservibles ante las demandas de la civilización y de la cultura. Cuando era estudiante en el San Francis, ya comenzaba la cosa.

A saber, los valores viejos se estaban ya resquebrajando ante un pachuquismo ideológico, idiosincrásico y anímico, que comenzaba a emerger. Un desdén por el conocimiento como valor universal y por la patria como sacrificio del yo, apenas se deslumbraban en el horizonte. Mas el egoísmo de la carrera profesional y el desdén por la académica, marcaba la pauta de aquel entonces.

Se prefería ya lo superficial y fatuo ante lo noble y profundo. Los fines de semana eran ocasión de ir a visitar a las novias, hablar con los amigos y todo menos que profundizar en el mundo del conocimiento. Así pues, el modernismo se revestía de irrelevante ante el hecho humano de cultura planetaria. El ser patrio ya dejaba de existir para dar lugar al ser tipo “ homúnculo”, donde una América Latina no era más que una copia de otras naciones y de hecho una impresión distorsionada y vulgar de esta.

¡Pobre Costa Rica que ha tenido que vivir una degeneración  cada tantos años en sus cuadros de juventud! Si solamente se hubiese llevado a cabo una campaña preventiva en todo el país al respecto, quizás se hubiese podido cultivar mayor conciencia. Más no se comprendía en aquel entonces  que el modernismo estaba fraguado de una especie de ateismo indiferente a la vida misma. ¡Tantos naufragios para el corazón! Lentamente la nube negra fue absorbiendo vida tras vida y definiéndola dentro de un marco de egoísmo.

Cuando el café dejó de ser el producto de exportación principal del país, se convirtió el  negocio del comercio en un negociazo al margen de la ley. Ello por cuanto la seriedad y balance inducidos por el café comenzaron a faltar en  toda la vida empresarial de aquel entonces. Lo que había demostrado tener sentido comunal y patrio, se degeneró a tal punto que hoy en día es corriente encontrar “call centers” dedicados a estafar a extranjeros.

De nuevo, todo esto es parte de lo que tenemos que aceptar como un fenómeno de decadencia nacional. Claro que a la medida que los viejos vamos faltando, faltarán también los recuerdos vivientes de mejores tiempos. Lástima, pues Costa Rica iba triunfando mundialmente como nación de paz, educación y clase media fuerte.

Lo que antes se consideraba un crimen, hoy en día es acogido como un rasgo de inteligencia y vivacidad. El hombre que sale adelante, no se le cuestiona el currículum vitae, pues es probable de que no sea este tan loable.

El triunfo y la virtud están divorciados. Hay mucho más de que hablar. Solamente las declaraciones de don Guillermo Vargas (presidente del SINAES) en La Nación, realmente constituyen un balde de agua fría. Indican cómo la educación superior fue traicionada por el afán de lucro de tantas mediocridades, que se convirtieron en dueños de miniempresas universitarias. El punto no es dar una buena educación, sino engañar al estudiante universitario y robarle su dinero.

Y así podemos examinar cómo las mediocridades fueron haciendo suyo el país. Fueron destruyendo la vieja Atenas centroamericana y convirtiéndola en el mercado persa que es hoy en día. De ahí que seguiremos leyendo sobre la deshonra nacional de atrapar ladrones costarricenses, que han estafado sectores del público extranjero. El gran vacilón ha de continuar pese a nuestros esfuerzos. Cuando yo era un joven profesor en la UCR, casi nunca se escuchaba ese tipo de cosa. Eran años de gran virtud y honorabilidad aún. Pero tantos miembros de mi generación se dedicaron a solamente hacer dinero, que poco a poco los valores de honestidad, conocimiento y vida como hecho trascendente, fueron despareciendo.

El eje espiritual de ser humano no puede ser operado o aplastado sin las más graves repercusiones. Somos seres espirituales y venimos a este mundo a caminar por senderos que nos lleven a nuestro destino espiritual.

En el proceso creamos una obra de vida. Tantas flores que ofrecemos en pos de una humanidad transformada y una deidad tan honrada como añorada. Dios llama al hombre hacia sí como hecho trascendente y este contesta con una obra de vida inmanente. En el proceso se crea una oración planetaria,  que logra ascender el hecho humano al hecho  cósmico.

La realidad espantosa de la explotación y o la mediocridad dañina, es exactamente lo opuesto de esto. Es dañar un prójimo en su jornada espiritual. Es denegar su destino y estadía planetaria. ¡Es detener la evolución humana!

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