huelga figura en el orde-
namiento jurídico del Es-
tado costarricense, y en forma
paralela discurren las estadís-
ticas, para justificar ante los
organismos internacionales
que nuestro país es respetuoso
ante el derecho laboral y ante
los derechos humanos.Pero esto se contrapone con el hecho de
que en Costa Rica casi todas las
huelgas, por no decir que todas,
son declaradas ilegales en los
tribunales de justicia, ¿es acaso
que las generaciones de genera-
ciones de trabajadores y dirigen-
tes sindicales asesorados por sus
abogados, no han aprendido cuá-
les son los requisitos para poder
declararse en huelga? ¿En qué
consiste el misterio?
Es claro que esta situación me-
rece una reflexión a propósito de
incluir a los sectores tradicional-
mente considerados como servi-
cios fundamentales en el derecho
de huelga a los que por años la ley
les impide realizar huelgas. A los
maestros, por ejemplo, se les de-
cía apenas hace algunos años en
un discurso amañado: “ustedes
no pueden hacer huelga porque
como apóstoles de la educación
se deben a la educación de la ni-
ñez, ustedes son el mejor ejérci-
to del país que sacian las ansias
de alfabetización de la población
costarricense”, y cuando esto no
les funciona entonces, los jefes
inmediatos siguiendo instruc-
ciones precisas levantan listas
de los trabajadores que están en
huelga, e inmediatamente ape-
lan a la amenaza de solicitud de
declaratoria ilegal de la huelga.
Esa ha sido parte de la tradición
del amedrentamiento y de la re-
presión a que ha estado sometido
nuestro pueblo, falseándose las
bases de la democracia. ¿Cómo
no recordar la política del miedo
y la coacción de los empresarios
emprendida contra nuestro pue-
blo, respecto del referendum para
aprobar el TLC? Por otro lado
son usuales los editoriales de los
medios de comunicación oficial
(medios en manos de los patronos
organizados en las cámaras pa-
tronales) que llevan a cabo una
política de desarticulación y de
aislamiento de los movimientos
de protesta y muy particularmen-
te de las huelgas.
Un ex – presidente cuestio-
nado por actos bochornosos y
cuyo nombre no quiero recordar
decía: “un educador nunca debe
ir a huelga”. Y la respuesta de los
maestros fue: si Señor Presiden-
te tiene usted mucha razón, un
educador nunca debe ir a huelga,
todos sí. La razón de esto es que el
con pasar de los años y presiona-
dos por algunos de los aparatos
del Estado, los maestros fueron
comprendiendo en una mayoría
abrumadora que ellos no son más
que el resto de los trabajadores
asalariados del sistema.
Reconocer el derecho de huel-
ga a un grupo de trabajadores a
los que por años se les ha cer-
cenado su derecho, es sin lugar
a dudas una conquista, pero el
núcleo del problema está en la
represión y en su consumación
que se confirma con la declara-
toria ilegal de las huelgas. Los
trabajadores de los EBAIS su-
frieron en carne propia el peso
de la represión cuando se les
hizo saber ̈con dulzura” que
de mantenerse en huelga se
exponían a ser despedidos sin
responsabilidad patronal, que
serían objeto de rebajo de los
días no laborados y que, además,
se solicitaría la ilegalidad de la
huelga. Finalmente como siem-
pre la huelga fue declarada ilegal
por la jueza que atendió el caso,
los trabajadores fueron despedi-
dos y el patrono la Universidad
les rebajó de las prestaciones los
días no laborados. Y como epí-
logo, la Sala Cuarta acogió un
Recurso de Amparo presentado
por el SINDEU que obligó a la
Universidad a reintegrarles la
plata de las prestaciones a los
trabajadores despedidos.