Culto visceral

 

 

El discurso (17/11/05) del presidente Fidel Castro provocó varias reacciones. Dentro y fuera de Cuba, celebraron la aprobación de medidas correctivas contra el delito, el lucro ilícito y los robos. Mientras en Francia, Inglaterra, España, Italia, México la prensa reaccionó respetuosamente, en Costa Rica La Nación, derrochó calumnias y mentiras en su editorial (24/11/05). Un día antes, J. Rodríguez, publicista del TLC y del neoliberalismo aportó (En Vela 23/11/05) también sus vaguedades, falsedades e injurias.
Confundido por lo que dijo la CIA (Castro tiene Parkinson) y lo saludable que demostró estar Fidel, el biólogo Rodríguez se consuela, diciendo que, de todas maneras algún día morirá (¡vaya descubrimiento!). Aunque en el mundo, amigos y adversarios de la Revolución, reconocen los logros de Cuba en educación, salud, ciencia, deporte, Rodríguez se coloca por encima de la historia: «El problema, además, no es morirse, sino sentir que uno se está muriendo sin haber vivido… la tuya ha sido cualquier cosa menos vida. Peor aún, tu vida, si esto es vida, ha consistido en aniquilar la auténtica, hecha de dignidad, libertad, amor y compasión». Los premios otorgados a Cuba por la UNESCO en educación, cultura y ciencia; el reconocimiento de la Organización Panamericana de la Salud por sus éxitos en esta área, y el internacionalismo solidario de Cuba en decenas de países, son estiércol puro para el letrado y humanista Rodríguez. Y delira: «Fidel Castro tiene 79 años de edad y casi 50 de genocida dictadura y, dentro de poco, sabrá, a ciencia cierta, que polvo somos y que en polvo nos hemos de convertir».
El publicista miente cuando dice que se anunció despidos masivos de empleados, recortes de consumo energético y racionamiento de productos. Lo que se anunció fueron políticas correctivas para una mayor igualdad social; cesación de la libreta de racionamiento y medidas para ahorrar energía eléctrica. ¿Son estas disposiciones inhumanas? No entiende que, evitar despilfarro de energía no es recortar la energía.
Al igual que el gobierno de Estados Unidos, el editorialista parece estar seducido por el «evidente» deterioro físico de Fidel, quien habló de pie seis horas sin fatigarse ni beber agua. El publicista tiene una fijación hacia Fidel; obsesionado por su muerte, le da vida. Está frustrado porque no vio que le temblaran las manos. Cual tartamudo mental dice: «El acto fue un claro ejemplo del servil culto al dictador que el régimen impone a sus funcionarios». Para que entienda el asunto del culto, expliquémosle.
Si el culto a la personalidad  es porque un político tiene una estatua, en Cuba, Fidel no tiene ninguna; no hay un parque ni calle que lleve su nombre. Una de las primeras leyes del Gobierno fue prohibir, que se honrara a los dirigentes vivos con esos homenajes.
Si el culto a la personalidad es el gobierno unipersonal, en Cuba, desde antes del triunfo de la revolución se crearon principios de responsabilidad y de dirección colectiva.
Si el culto a la personalidad es el fenómeno de reelegir a los dirigentes, para dirigir un proceso, entonces habría que hablar de culto a la personalidad en muchas partes.
¿Qué culpa tienen los candidatos de J. Rodríguez a la presidencia de Costa Rica de que nadie los admire? Publicistas así, que viven de la infamia, se han vuelto paranoicos con Fidel. Le acusan de promover el culto a la personalidad, pero el culto se lo rinden ellos; con sus calumnias y mentiras, no hacen sino, alimentar la admiración por ese pueblo y sus dirigentes.

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