No hace sino unos pocos días que he tenido noticia de una situación que se suma a las ya bastantes y cada vez más sorprendentes situaciones de autoritarisno y abuso en el uso de los poderes públicos en este país. En este caso, el afectado ha sido un estimable y laborioso profesor de la Escuela de Física, el Dr. Manuel Ortega Rodríguez.
El acto bastante lamentable contra su persona en su calidad de profesor universtario, fue ejecutado por los miembros de la comisión de evaluación de tal Escuela, cuya resuelta solución a una queja interpuesta por algunos estudiantes de un curso que el Dr. Ortega impartió el pasado semestre, que achacaba su mal rendimiento en el mismo -perdieron el curso-, a los contenidos del programa del curso (tal programa contiene temas de historia y filosofía de la ciencia, a pesar de ser un curso de Física Moderna), curso que además fue aprobado en Asamblea de Escuela, sancionó como falta grave tal desempeño del Dr. Ortega solicitando cesarlo del cargo a la brevedad.
Por dicha, la sabiduría del Director de la escuela no pudo sino ejercerse mejor: ¿cómo iba a sancionar y despedir a un profesor que tiene derecho a libertad de cátedra y a elaborar un programa para su curso, además aprobado en Asamblea? Ningún grito, insulto, sarcasmo ácido, amenaza de no volver a apoyar sus propuestas o golpe de puerta, silla o de puño sobre mesa podía persuadir tan salomónica decisión del Director, cuya sabiduría tampoco podía permitir acusar a sus compañeros del comité de persecución laboral al hereje Dr. Ortega.
Hace algún buen tiempo, ¡y cómo se repiten situaciones tan lamentables hoy!, mientras la dictadura de los Tinoco cesaba de su cargo de Ministro de Instrucción Pública a don Joaquín García Monge y entronaba a uno de los intelectuales del Olimpo, el señor Carlos Gagini, don Omar Dengo escribía una carta, el 11 de noviembre de 1918 luego publicada con el título Ciencia y Libertad, a don Joaquín expresándole «la constancia de que soy uno de los profesores aludidos por el señor Gagini, de que en la Escuela Normal se combatía la ciencia», y recordándole «la libertad con que todos sus colaboradores pudimos expresar nuestras ideas» en su ministerio, mientras sus alumnos «oían, comentaban, discutían, pensaban, dudaban, adiestrando así sus fuerzas en un ambiente acogedor de todas las preocupaciones y tendencias», para concluir «por eso combatí contra la ciencia sin vida, sin luz, de estos hombres. La juventud sale de los colegios con horror de la ciencia, con hastío de la ciencia de estos hombres».
Parece que la ciencia, según los ilustres caballeros de la comisión, tendría que inmunizarse y limpiarse de cualquier bicho fillosófico, metafísico, histórico, social, político que le agreda su habitat natural a las ecuaciones diferenciales de su ciencia: sólo el caos que producen sus condiciones iniciales podría ameritar alguna crítica de Dawkins o de Chopra. Y es que las ciencias físicas y sus estudiantes jamás deberían ser perturbados, so pena de distracción, formación de criterio pro-agónico-estado social de derecho, o anarquismo metodológico (¡con Popper unidos, jamás seremos vencidos!), por ninguna filosofía crítica, relativismo cultural, historia de la ciencia, queer study o defensa y ejercicio de derechos estudiantiles (sentencia: ¡malditos troskistas!).
Mayor despotismo ilustrado solo podrían padecer los Arias y su autoproclamada «dictadura en democracia» de casi 6 años, y la meritocracia tecnócrata que ha concebido la cósmico-genial estrategia siglo XXI, todavía sin motores de plasma -que a juicio de algunos de estos ilustres y respetables físicos no es sino un lucrativo negocio mas esencialmente anti-físico-, empieza a dominar programas y proyectos de investigación, conferencias, simposios y presupuesto de lo que queda de nuestra república para ciencia, tecnología y educación.
Mi apoyo rotundo al Dr. Ortega, astrofisico de genio, profesor de hidalguía, imaginación y compromiso solidarios. La persecución que sufre hoy muestra que el combate contra la ciencia y por la ciencia parece que en Costa Rica lo hacen aquéllos que intentan tan oportunistamente avanzar por sobre todo aquél que resista o, mutatis mutandi, denuncie sus estategias de éxito y dominación para el siglo XXI.