mento que el hombre tiene para vivir; la creencia
permite una seguridad a quien cree, trasmite una
especie de referente: guía, orienta, sostiene, mantiene el
quicio de la vitalidad cotidiana.Cuando este referente es obnubilado, cuando este referente desaparece, o es
sometido a examen o revisiones y se debilita el sentido
de la creencia, o la persona llega a un estado de indeter-
minación, entonces se deja de creer en ese algo. La falta
de creencia se evidencia como desazón, como angustia,
como desconcierto, como naufragio, como crisis. Las crisis
aparecen cuando mueren nuestras creencias, aquellas
en que nos apoyábamos y que ya nos resultan grotescas,
ridículas, tontas, ingenuas.
La creencia en Dios es una entre las muchas creen-
cias que los seres humanos podemos tener para sentirnos
orientados y seguros. Nada más que, en este caso, Dios
se convierte en algo más que un cualquier fundamento,
precisamente porque Dios es o será visto casi siempre
como el fundamento de todos los fundamentos, la creen-
cia por antonomasia, el Creador de toda vida y de toda la
naturaleza, la primera causa del Universo, y también su
destino y hasta su acercamiento a las criaturas y la razón
y fuente primordial de la transformación final de estas.
De manera que creer en Dios es una creencia, pero no
cualquier creencia. La creencia en Dios lleva al hombre
desde sí y desde la naturaleza a un terreno donde todo deja
de ser limitado y mortal y se vuelve eterno e inmortal.
Creer en Dios es estar sosteniendo una vida humana con
una aspiración inmortal, haciéndolo desde la limitación
de nuestra pequeñez de criatura, desde esta condición
corporal, humana, terrestre, limitada. El creyente en Dios
hace que su vida gire sostenida en Dios, esperando en
Dios, amando a Dios, transformándose en compañero de
ese Dios, procurando en uno una transformación hacia
lo divino, sin olvidar la condición y la realidad humana
desde la que se ha partido.
Pues bien, hay quienes creen esto y hay quien no. Lo
digno y lo sano es el respeto a quien quiera creer y a quien
no quiera creer. Para creer hay que querer creer. Para no
creer hay que querer no creer. Entender esto cabe dentro
del margen del respeto a cada quien, por eso se habla del
Derecho Humano a la libertad de creencia, a la libertad
de culto.
Algunas personas no creen en Dios porque encuentran
que los creyentes en Dios no actúan conforme a lo se supone
creen. Otros no creen en Dios porque desde sus corazones
y sensibilidades ven injusticias y sufrimientos y quisieran
una explicación contundente y clara del porqué de esas
realidades de la vida. El creyente en Dios, el verdadero
creyente en Dios, es un practicante fiel o aspira a serlo cada
vez mejor; una de sus cualidades es evitar causar el mal.
Luego no van tan desorientados los que no creen porque
se resisten a coincidir con aquellos a los que consideran
hipócritas o traidores a su Dios, al amor, a la paz y al bien.
Algunos no creen en Dios, porque hay quienes creyendo
en Dios escupen injusticia tras injusticia sobre seres hu-
manos, los cuales no dejarían de tener una irrenunciable
y trascendental dignidad, pues desde la perspectiva de la
fe, todo ser humano es imagen y semejanza verdaderas
del verdadero Dios.
Algunos creen en Dios, y es natural que estos, por
el hecho de creer en Dios, tarde o temprano, tendrán la
posibilidad de devanarse totalmente la cabeza, a fin de
explicar el mal y el sufrimiento en el mundo. Otros no
creen en Dios, tendrían que explicarse todas las cosas.
Algunos creen en Dios, por eso hacen de su vida una sin-
cera transformación continua. Algunos no creen en Dios,
y actúan con plena buena voluntad y por eso actúan en
consecuencia con propósitos de buena voluntad. Y otros
no creen en Dios, y bueno, lo pueden hacer, ¿pero por qué
no creerían en la posible existencia del Diablo, si este
sería, después de todo, el padre y promotor de toda falsía,
de toda diversidad de destrucciones y de toda posibilidad
de transformación real y vital?
Pd. Como ven el tema de Dios toca el tema de la calidad
de seres humanos… y es que hay calidad de calidades.