En su texto “Ensayo Sobre la Ceguera” José Saramago narra los hechos que sobrevienen como efectos de una ceguera generalizada. La epidemia de este padecimiento entreteje un correlato que cobra materialidad en las relaciones sociales que forman el entramado de la realidad vigente.
Como en la novela, una suerte de ceguera hace que nuestra sociedad pierda el fundamento de la razón y la cordura degenere en esquizofrenia. Las fantasías del mercado y la sociedad industrial parecen subsumir las tendencias liberadoras de potencialidades humanas.
La necesidad de justificar cada proyecto o iniciativa de carácter espurio ha culminado en el socavamiento del sentido común que debe incluir todo ejercicio de razonamiento. De manera tal que terminamos por creer las mentiras de quienes erigen verdades a base de falsedades.
Conceptos como “felicidad”, “bienestar”, “conocimiento” o “desarrollo” están cargados de significados arbitrarios. Las formas contemporáneas de pensar y de sentir se orientan y hasta se imponen utilizando criterios del tipo costo beneficio. Estos se aplican a los seres humanos igual que a las mercancías homologando así a las personas con las cosas.
Los videntes de la sociedad de Saramago repentinamente pierden la vista sin una razón aparente y sin que se advierta con antelación algún tipo de síntoma de naturaleza fisiológica. Si el mal no es de origen somático se trata entonces de una epidemia de salud mental. Los personajes, sin nombre y sin identidad, como ocurre en nuestras comunidades muchas veces, donde las personas conocen poco o nada al vecino y menos de sí mismas, no pueden ver lo que deben si no lo que les hacen creer. Y lo que creen se parece más a una alucinación macabra que los condena al sufrimiento. En el caso de nuestra sociedad los discursos y las imágenes que nos imponen, en función de sostener un estilo de vida estéril, conducen a la pérdida de sentido común, con ello se rompe el lazo que nos amarra a la realidad y el peso de las promesas ilusorias nos sumerge en nuestra propia ceguera.
Interpretando a Saramago se observa en la novela la existencia de una sociedad esquizofrénica en la cual el simbolismo de la ceguera no es otro que el de la pérdida del sentido común. La capacidad de raciocinio lúcido y saludable se desvanece cuando la ciudadanía sucumbe ante esta enfermedad apabullante e ineludible. Resulta tan inmensa la nitidez de la blancura que rodea la ceguera que impide ver tanto a los otros como a los objetos. Como si lo que los hace ver es lo mismo que lo que los deja ciegos. ¿No se trata de una parábola de nuestros tiempos y de una realidad como la nuestra?
¿Si el discurso del poder estatal parece claro y razonable, y si efectivamente somos un país con índices tan altos en felicidad, desarrollo sostenible, calidad de vida, estabilidad social, como apuntan las estadísticas oficiales, ¿concuerda este hecho con la tristeza, la rabia o la desesperanza que nos acompaña a diario a raíz de nuestras carencias emocionales y materiales? ¿Cómo justificar la devastación de cientos de hectáreas de bosque mientras se pone en peligro el agua y los ecosistemas de Crucitas, debido a los efectos calculados que traería la explotación minera a cielo abierto? ¿Es saludable un imaginario social que favorece el incremento de policías y fuerzas especializadas para acabar con la delincuencia, cuando dicho fenómeno se relaciona con la falta de oportunidades, de crecimiento personal y de desarrollo humano? ¿Cómo puede un órgano como la Asamblea Legislativa otorgar permiso para que puedan incursionar en nuestro territorio un contingente militar de más de 40 barcos equipados con armamento bélico de gran capacidad destructiva, so pretexto de combate al narcotráfico, donde no existen objetivos identificados ni focalizados y que además, en caso de que aparezcan, requieran de semejante poderío militar para su desmantelamiento? ¿No provienen todas estas, y tantas otras cosas que ocurren, de actitudes ausentes de sentido común y de formas de escindirse frente a este?
La falta de sentido común que prevalece se parece a la ceguera blanca que describe Saramago, la cual constituye el lugar donde el discurso de la razón se mezcla con el delirio. Donde la cordura se anuda con la locura. Es el lugar donde la condición humana levanta escollos en contra de sí misma. Desde la obra de Saramago la ceguera blanca salta de la realidad literaria a nuestra realidad social marcando la dirección a la omisión del sentido común.