Quien ignora el ambiente socioeconómico global no ve más allá, y con el máximo esfuerzo, de su propia nariz. Quizá nada pasa en los mercados internacionales que sea causa del momento político en el país. No obstante, el discurso político vacío, aquel que procura al menos el estatus quo sin saber cómo, podría profundizar el deterioro de la economía nacional. Podría ser una amenaza, pero también una de las tantas causas, un dato, de nuestras desgracias, de los hechos. Peor aun, cuando el discurso vacío sufre de aparente metamorfosis para atender a los hechos que cree haber inducido, más incertidumbre introduce. La desconfianza del inversionista nacional y foráneo no es causada por el discurso vacío, sino por la tendencia de la ignorancia y el malestar que se acumula en tanto historia, que le brinda tributo, real o fortuito.
Son estas tendencias las que finalmente impulsan acciones erráticas, al apoyar aquel discurso vacío que asumen como posible redentor de sus calamidades. No obstante, buena parte del malestar tiene intenciones latentes siempre atentas al mal menor. Surfeará para alejarse hacia la cresta de la ola, de la misma manera que dio la espalda al Frente Amplio, del discurso siempre vacío. El cambio que el discurso vacío promueve no le interesa a nadie; importa en última instancia la dirección del cambio. Si el cambio es sospechoso de mayor desgracia que la actual, el no cambio es preferido. Si el cambio promete al menos atenuar la situación de adversidad, ese cambio es mejor porque representa un alivio para quien sufre. Lástima que quien sufre casi siempre es un actor pasivo; no vela por su bienestar participando de la información y la lectura, para exigir compromiso y transparencia del mal menor para mejorar sus acciones y resultados.
El discurso vacío es incapaz de elevar el tipo de cambio. Este se eleva por la flojera del Banco Central en medio de las elecciones, más allá de la influencia que podría tener para entonces el cambio en la política monetaria de la Reserva Federal. La incertidumbre del inversionista nacional y foráneo no se sustenta en el discurso vacío, sino en la creencia de que el electorado lo apoya. La intención del electorado tiene la palabra, más no se pronunciará efectivamente sino el 6 de abril. Con ello, se profundiza y acelera la incertidumbre en el inversionista, quien teme emprender y crecer a pesar de las oportunidades internacionales y las fortalezas nacionales. Finalmente, los individuos racionales piensan marginalmente frente a las disyuntivas, un mayor bienestar gobernará sus intenciones.