Del miedo al terror

A pocas semanas del fin del proceso electoral que vive el remedo de democracia que es Costa Rica, cabe señalar dos niveles de un

A pocas semanas del fin del proceso electoral que vive el remedo de democracia que es Costa Rica, cabe señalar dos niveles de un mismo estado emocional, intrínseco en el humano sentir: el miedo, y su máxima expresión: el terror.

Desde el enfoque evolucionista, el miedo deriva de una de las propiedades fundamentales de la materia viva: la irritabilidad, ya propia en los organismos más primitivos, compuestos de una sola célula (bacterias, hongos y protozoarios), la cual es capaz de reaccionar ante los factores ambientales que le proveen de alimento o le asechan. Por tanto, se originó como un mecanismo adaptativo en la lucha por la vida, convirtiéndose de inmediato en un factor determinante en el proceso de selección natural.

Como estado sensorial de carácter emotivo, el miedo es la respuesta irracional a toda acción o fenómeno que atente contra la vida y el bienestar de quien posea la capacidad de sentirlo; en este caso, de los animales con actividad nerviosa superior (reptiles, aves y mamíferos). Al respecto, por la expresividad conque el hombre manifiesta la sensación del miedo, a éste se le considera la especie con mayor desarrollo evolutivo de dicho mecanismo de defensa ante la adversidad.

El miedo no sólo aparece como mecanismo de defensa y adaptación, sino que, producto del desarrollo de las formas superiores de organización de la vida e inducido como reflejo condicionado por quien en dichas formas ostenta el poder, se usó como arma de dominación. En los animales superiores este último aspecto responde, principalmente, al proceso de su reproducción, donde el más fuerte y hábil cuenta con más posibilidades de dejar descendencia.

El temor a lo desconocido y la necesidad de explicar los fenómenos naturales y de la vida social posibilitó la aparición del mito en la sociedad primitiva. Más tarde el mito –elaborado sustancialmente− derivó en religión.

En la historia humana la guerra ha sido una de las principales constantes en los procesos de selección social, y el miedo y los horrores que la acompañan dejan huellas profundas tanto en la conciencia del vencedor como en la del vencido, marcando así el derrotero de los pueblos. A través del tiempo, salvo escasas excepciones, las tribus y los Estados clasistas armados para la guerra han atemorizado a propios y extraños, sojuzgándoles, o bien, han generado reacciones heroicas en quienes logran convertir el miedo en su contrario: el valor.

Del miedo sacaron fuerzas y sobrevivieron a las agresiones pueblos antiguos: los heroicos; los esclavos que siguieron a Espartaco en su gesta contra las huestes romanas estuvieron a un paso de ser libres; los españoles, víctimas del miedo al poder moro durante siete siglos, expulsaron a los árabes a la vez que se convirtieron en victimarios portadores del miedo con que sometían a los originarios del continente cobrizo, donde miles de indios prefirieron morir luchando a vivir presos del miedo; el pueblo de Leningrado (hoy San Petersburgo) resistió tres años de asedio y bloqueo nazis y el ejército soviético en la Batalla de Stalingrado (hoy Volgogrado) revirtió el curso de la Segunda guerra mundial a inicios de 1943; el pequeño Vietnam propinó la más humillante derrota al ejército invasor yanqui en la primera mitad de los años 70 y Cuba ha resistido la agresión gringa por más de medio siglo.

Como arma eficaz contra la herejía y la rebelión, el miedo acompañó el modus operandi de la “santa” inquisición. En la Alemania nazi el propagandista Goebbels institucionalizó el miedo en uno de sus principios publicitarios; de ahí en adelante todo gobierno fascista ha procurado aplicar la receta política bien condimentada de asesinatos y desapariciones.

La actualización de la política del miedo en las democracias mediatizadas por la globalización neoliberal consiste en satanizar cualquier otra política que se le oponga: el socialismo, por ejemplo. Ya se escuchan los tambores y las voces de los portadores del estandarte del miedo con que pretenden aterrorizar al elector, frente a la segunda ronda electoral; ya hablan de la derrota del “comunismo patente”, según ellos lograda en la primera vuelta, y sobre la que asestarán al “comunismo solapado” el próximo 6 de abril; ya invitan al elector a no jugar a la “ruleta rusa” votando por Luis Guillermo Solís. Así valoran los aterrorizados neoliberales la inteligencia de un pueblo que ya no aguanta la carga de su oprobioso modelo.

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