En los inicios de la década de los 80 del siglo pasado, el filósofo Karl Popper se convirtió en uno de los ideólogos del conservadurismo internacional, con su célebre libro titulado La sociedad abierta y sus enemigos.
Sostenía Popper, y con él una buena cantidad de propagandistas conservadores, que capitalismo y democracia eran inseparables y que el valor fundante de tales sociedades era la libertad, y que el capitalismo solo necesitaba la menor intervención estatal, para que no afectara el automatismo del mercado. La libertad así entendida, terminó reducida a la libertad de comercio y al eslogan superficial de libertad de escoger.
Argumentaban que las sociedades del “socialismo real” y aquellas de inspiración estatista al estilo de políticas keynesianas, eran sociedades cerradas, totalitarias, que ahogaban la libertad individual.Para los conservadores, la lucha por la sociedad abierta se convirtió en una de sus tareas históricas y el gran símbolo por destruir era el Muro de Berlín. Caído ese muro no quedaría ningún límite para el capitalismo.
Junto con la caída del muro de Berlín, el desarrollo de Internet y las grandes transformaciones tecnológicas y culturales del mundo global, permitieron que ciudadanas y ciudadanos de todo el mundo contemplaran la caída de ese muro, y que gracias a la sociedad abierta, ahora personas de todo planeta podían contemplar en tiempo real tales transformaciones, y con su computadora afectar las opiniones y dogmas políticos, económicos, culturales, religiosos y de cualquier orden, para que nunca más se levantara un muro.
Y dentro de Facebook surgió el nuevo muro, que se convertiría en el nuevo estandarte de la sociedad abierta: si bien la persona escribe en su muro lo que quiera y lo comparte con quien quiera, esa especie de límite ha sido rebasado por la velocidad de los hechos. Y cada ciudadano se volvió el little brother –contrario al big brother de la saga orwelliana−, que desde su face y su muro puede vigilar las acciones y emociones, y discursos de los partidos y los políticos.
Y a partir de ahora en las campañas o fuera de ellas, con y desde los medios y hasta contra los medios de comunicación, cada palabra cuenta y con ello se coloca una tendencia más en la transformación profunda que ha vivido la sociedad costarricense y que los partidos tradicionales nunca entendieron.
Y paradójicamente, todas estas tendencias se expresaron con gran fuerza en las elecciones nacionales de 2014, donde las redes sociales hicieron temblar las dinámicas de la política y la comunicación tradicional, y vinieron a transformar las campañas políticas para siempre.
Y para tristeza de los conservadores y neoconservadores, la sociedad abierta, diversa, plural y pluralista les estalló en la cara, en las calles y en los muros –hasta de Facebook−.