Los “juegos del hambre”, tragicomedia show, polémica, épocas que transgreden su cronología, juego de mesa y algo más de ingredientes, por supuesto audiovisuales. Sin embargo la escena, la publicidad, el mercado de colores que asoma en las superproducciones, no logran desbancar la frágil realidad que se cuece como telenovela en el imaginario latinoamericano.
Hace rato la atención social-periodística se concentra en Maduro (con los desastres que hay en otras regiones, ejemplo México), su inmadurez como político y su triunfo en Venezuela. Los CNN-informantes querían a Capriles en la primicia, pero menos votos y un atentado en Boston les robó la primera plana, y así… desde entonces, aquella aciaga noche en que no pudo abrir el champagne, una diatriba continua. No es justiciera la guadaña que hace distinciones entre clases o razas, países, sistemas, continentes. Empero, se activa automáticamente; nunca sabremos cómo un homicida solo e inoperante se brinca las más sofisticadas barreras, pasa por los sistemas de defensa como una cucaracha hurga en las despensas de la Reina. Siempre la ceguera, el orgullo del dominio, como si el mundo de los otros estuviera deshabitado.Quien no está en medio de la reyerta jamás comprenderá lo que es guerra y nombrará a los caídos de su lado pobres víctimas, y serán daños colaterales los de otro bando. Siempre es noticia la imagen que llega allende las fronteras, la realidad como un pájaro entre nubes agoreras. La sangre derramada difiere de la mancha de vino en el mantel. Al rey de los shows se le cae el programa, y es que hasta en la manipulación más tremenda hay restos de decencia, decoro… o estrategia. El rechulo Fernando Del Rincón voló con sus conclusiones porque había pateado, vapuleado, desoído los principios más elementales del periodismo. La verdadera razón de su salida de CNN queda en nebulosa. Siempre existirá la ambigüedad, la incertidumbre de qué pasó en realidad: mera discusión de contrato, unos dólares más, situaciones apremiantes para la Cadena, o etc. Pero, lo que el periodista hacía no era realizar comentarios negativos acerca del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, era querer sacarlo a toda costa de Miraflores, como si ello dependiera de su labor periodística, acudiendo a las triquiñuelas más absurdas (para muestra un botón: programa de media hora con 4 guarimberos con pasamontaña, voz distorsionada, despotricando y azuzados por don Fernando. Vaya estilo periodístico, no más pura ciencia exacta). La teleserie no cierra, día con día crece en interés por lo que esconde o deja al descubierto la gran telenovela ideológica (tan concreta). Hay que decirlo: con todas sus luces, Fernando del Rincón es una vergüenza periodística.
Hasta aquí estuvo escrito el artículo, pero regresó el guapetón el 20 octubre al aire. No se despejan las incógnitas con su regreso, más bien aumenta la nebulosa. Poca cosa es el dinero de una contratación, para que se tambalee semejante empresa, y don Fernando no ha querido dar ninguna explicación. Obvio volvió a nombrar a Venezuela. Así que dejo el artículo con remiendo.