A pocos días del 2 de febrero, los debates han sido el plato fuerte en los medios de prensa, sobre todo entre quienes según las encuestas tienen más opciones de voto: El Frente Amplio, el Movimiento Libertario y el partido gobernante.
Esperábamos discusiones de altura sobre los principales problemas del país, propuestas concretas y urgentes para una Costa Rica que ha venido perdiendo el rumbo ante la desigualdad social, la búsqueda de privatización de importantes instituciones nacionales, y la corrupción enquistada en las instituciones de gobierno. Sin embargo, el objetivo principal de dos de los partidos mencionados, ha sido descargar (en las discusiones públicas y en la propaganda) su artillería pesada contra José María Villalta, actual diputado y candidato a la presidencia por el Frente Amplio.
¿Cuál ha sido a los ojos del Partido Liberación y del Movimiento Libertario, la falta cometida por el candidato del partido opositor? Sin lugar a dudas, el haberse convertido sorpresivamente en un fuerte contendor por el primer lugar para la presidencia del país, lo que ha creado desesperación en partidos cuyo fin absoluto es llegar al poder para beneficio de unos cuantos. Desvirtúan así el verdadero sentido de la democracia, recurren al engaño para no perder su hegemonía en las grandes transacciones financieras, que han permitido que unos pocos en nuestro país se repartan jugosos capitales a costa de una desigualdad social que quieren imponer a perpetuidad.
Quienes han seguido de cerca la labor de José María en la Asamblea Legislativa, desde sus épocas de asistente de José Merino del Río, su mentor y maestro, saben bien que su primera y permanente causa ha sido el respeto y lucha por los derechos humanos, por una democracia participativa, en donde tengan voz todos los sectores de la sociedad civil. Durante sus cuatro años como diputado logró la aprobación de una gran cantidad de leyes, y una comunicación permanente con la ciudadanía al rendir cuentas mediante un informe de labores semanal, de su trabajo en el ámbito legislativo. Escuchó opiniones, propuestas e inquietudes de la gente, dialogó y discutió con diferentes sectores en incontables comunidades del territorio nacional. De este ir y venir surgieron numerosas leyes sobre educación, salud, vivienda, agricultura, pesca, defensa de los recursos naturales, derechos de las mujeres, de los homosexuales y lesbianas, de los trabajadores (as), de los y las estudiantes, por la eliminación de todas las formas de discriminación…
Ha sido difícil, casi imposible, endilgarle alguna mancha al trabajo del diputado del Frente Amplio. Razón por la cual tanto el candidato del partido oficialista como del Movimiento Libertario, han tenido que recurrir a las viejas trampas de los partidos tradicionales, copiadas de manera perversa de Goebbels, ministro de propaganda de Hitler: “una mentira repetida mil veces se hace verdad”, tal era la consigna del régimen nazi. Se trata de tejer un manto de duda y manipular la verdad acudiendo a los viejos fantasmas de la guerra fría, además de individualizar al adversario en un único enemigo. En el 2007, durante la discusión sobre el TLC, se publicó el famoso memorando del miedo haciendo uso de estas técnicas de manipulación.
En estas elecciones del 2014, se han estado levantando nuevos memorandos, sólo que ahora son los políticos tradicionales los que tienen miedo: miedo a perder grandes beneficios financieros, miedo a que se hagan transparentes sus actos de corrupción, miedo a que se haga público el millonario patrimonio personal de algunos, miedo a que la ciudadanía derribe los mitos y creencias en que la han mantenido sumergida durante largos años.
Es oportuno terminar con el recuerdo de aquel joven de 95 años Stéphane Hessel, autor del manifiesto “indignaos”. “¿Es que de verdad –decía− vivimos en una democracia? Hay que salir de la apatía y la indiferencia, pues sólo así “nace la voluntad de compromiso con la historia”.
La única manera de enfrentar una campaña de miedo, de terror, es levantando el estandarte de la verdad y la justicia a la par de la ciudadanía, combatiendo la mentira y la maledicencia causada por acciones irresponsables que han eliminado los juicios morales, sustituyéndolos por los objetivos más rentables en la búsqueda exclusiva del poder.