Diciembre

Se siente, algo es diferente durante todo el mes número doce y final del año. ¿Qué tiene? ¿Qué hay? ¿Qué hace la gente?Como nada

Se siente, algo es diferente durante todo el mes número doce y final del año. ¿Qué tiene? ¿Qué hay? ¿Qué hace la gente?

Es un estado invisible que viene de adentro de la persona, se propaga en las redes sociales del contacto directo, del apretón de manos, del beso en el cachete, del abrazo sin lujuria, de la realidad del abrigo espontáneo en cada lugar donde nos encontremos, fraterno, con cierto grado de desprendimiento material, con la puerta abierta para recibir saludos y expresar emociones de regocijo.

Como nada viene de nada, sino que el resultado es producto de una operación, se han convocado las imágenes y la palabra de un mundo astral, alineado con el sentimiento de una hermandad universal, cuyo efecto es inexplicable a la razón. No se oye, pero su melodía y sus armonías son el ritmo de la vida y la música que vibra sus cuerdas en las constelaciones celestiales.

El Cielo y la Tierra se religan en oración sin palabra, comunión para trascender lo mórbido, el apego a lo imperfecto y al carácter que nos ata nuestra permanente tragedia y derrota con mínimos lapsos de silencio en conjunción con el infinito.

¿Causa? La celebración del nacimiento del hombre Jesús, portador de un pensamiento espiritual, cuya esencia es estrechar lazos entre humanos, construir caminos de comprensión, compasión y caridad mutua a través del amor.

En las cosas del espíritu nadie va delante, ni atrás, cada ser humano está y va de acuerdo a lo que ha cultivado desde el principio de los tiempos, el big bang de la física nos reúne para conferenciar su permanente revelación de otros universos de significación y multiplicidad de lenguajes. Es la Majestad de lo que no conocemos, la manifestación de la fe y la necesidad de la Humanidad de consolidar un día siquiera a la emulación de un sentimiento distinto, ajeno al odio y a la destrucción del uno por el otro, porque todos los problemas y toma de conciencia humanos se resumen en que no somos nada y queremos ser algo en esta nave de arenas movedizas que llamamos época, veleidosas todas, resbalosas y tramposas para nuestro recuerdo imperecedero.

Todo esplendor material tendrá que renovar sus temporalidades, solo la esencia permanece, y nunca se llega a encontrar en lo material, pues la perspectiva y asentamiento interior de la espiritualidad es y será siempre la propuesta de camino que le da sentido a nuestra existencia.

Sin embargo, el camino es demasiado largo para trascender de inmediato.

¿Por qué? La eterna y sintomática pregunta que nos obliga a la pausa, al porqué de las cosas, de ciertos eventos que nos ocurren y llenan de pesar y desdicha, los que nos ponen frente a la risa por la risa, no la celebración sin pretensiones de significar algo frente a los otros, a los invitados, a los conocidos, a los pocos amigos que tenemos, si es que de verdad tenemos uno, una, o al menos una pareja de tan escaso género social.

Es diciembre, el mes de las revelaciones y de las relaciones ancestrales de paz y amor entre los humanos, el Padre Nuestro y la Madre Nuestra, mitades de una sola unidad todavía no descifrada por la Humanidad.

De ahí el acto que se revela, el éxtasis que produce la profundidad sincera del regocijo, el sentimiento trémulo de un instante interior de paz, porque el amor físico se disuelve en una genética bioquímica que solo deja huella en la descendencia, el desencanto o la misma soledad del mundo físico.

¿Qué aire se respira en diciembre, particularmente el 25, el día que sí tiene símbolo aceptado universalmente del natalicio del hombre Jesús? Festividad, alegría, niñez.

El día anterior, el 24, es el de la cena de Noche Buena, la reunión en casa que nos evoca la familia, los lazos que se entretejen con las estrellas y el anuncio de que hay un lugar en el corazón para ser solidario sin preguntar por qué.

Navidad, toque maestro de la dimensión desconocida, desde el big bang que dio inicio a la expansión de la prueba, recogimiento hasta la unidad que hoy nos parece un imposible desde la materia y el sentido práctico de nuestras rutinas.

El mes de diciembre desde hace 2000 años y el tercero piedra a piedra en la calzada, la revolución del monte donde los pobres tienen bienaventuranza y esperanza de que nada es en vano, ni su presente carece de misericordia divina.

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