Dirección de tesis, nuevamente

Recientemente, leí una tesis de maestría de casi 500 páginas y basada en una investigación exhaustiva. Presumo que, en su preparación, la persona que

Recientemente, leí una tesis de maestría de casi 500 páginas y basada en una investigación exhaustiva. Presumo que, en su preparación, la persona que la elaboró invirtió tanto tiempo y recursos como los que habría invertido para realizar una tesis de doctorado.

Sin embargo, pese a sus logros, esa tesis no tiene un nivel doctoral: una problemática fundamental, relacionada con el tema principal, está ausente, faltan perspectivas comparativas y contextualizaciones sistemáticas, e importantes estudios publicados en los últimos años no fueron consultados.

¿No habría sido preferible, en un caso como este, que la persona que dirigió la tesis hubiera puesto más cuidado en delimitar mejor el tema, de manera que el trabajo –circunscrito a un máximo de unas 250 o 300 páginas– pudiera haber sido terminado y defendido uno, dos o tres años antes?

Si uno de los objetivos principales de la tesis es que los estudiantes demuestren su capacidad para investigar y para realizar trabajo académico profesional, ese propósito, debidamente adecuado al grado a que se aspira, se puede lograr con una tesis de extensión moderada.

Al inducir o al permitir que un estudiante desarrolle tesis de maestría excesivamente extensas, el director contribuye a situaciones que tienen un importante costo para el estudiante, para la universidad y para el país. Si en vez de terminar la tesis de maestría antes de los 30 años el estudiante la finaliza después de esa edad –alrededor de los 35 años–, se compromete seriamente la posibilidad de que esa persona realice un doctorado posterior, y si lo hace, probablemente defenderá su disertación doctoral cerca o después de los 40 años.

Evidentemente, un país que invierte entre 12 y 15 años de estudios universitarios para titular personas con nivel de maestría, y más de 20 años para formar doctores, desaprovecha los años más creativos y productivos de sus cuadros intelectuales y científicos, que pasan ese período decisivo del ciclo de vida en condición de estudiantes y no de profesionales en sus respectivos campos. De hecho, cuando terminan y se incorporan plenamente al mercado laboral, estos relevos generacionales están ya a mitad de camino –si es que no en el último cuarto de la ruta– para jubilarse.

Desde el punto de vista de los estudiantes, una situación como la analizada también tiene graves efectos, como la de perpetuar su inestabilidad laboral, limitar su acceso al crédito y, en general, demorar la realización de otras dimensiones de su proyecto de vida.

No se trata, por supuesto, de que las universidades públicas imiten a las privadas y gradúen másteres y doctores con tesis elaboradas en seis meses o menos.

Se trata de que, en las universidades estatales, los directores de tesis apliquen criterios de razonabilidad, oportunidad y proporcionalidad. Si la persona a que me refiero al inicio de este artículo hubiera hecho una tesis mejor delimitada, pudo haberla defendido mucho antes y ahora ya estaría por terminar o ya habría finalizado sus estudios de doctorado. Incluso, podría haber empezado ya a elaborar una tesis doctoral en la que las debilidades y omisiones que indico, probablemente estarían en vías de superación.

 

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