Dirigir tesis

En bibliotecas y librerías hay manuales acerca de cómo hacer una tesis, pero no hay materiales similares que instruyan a los profesores acerca de

En bibliotecas y librerías hay manuales acerca de cómo hacer una tesis, pero no hay materiales similares que instruyan a los profesores acerca de cómo dirigirlas. Esta ausencia se explica, sobre todo, porque se presume que todo docente universitario, que elaboró por lo menos una tesis, puede dirigir las tesis de otros; pero tal presunción no siempre se ajusta a los hechos.

Independientemente de las especificidades de las distintas carreras y de las culturas académicas respectivas, hay aspectos asociados con la dirección de tesis a los que conviene dar la debida importancia.

Para empezar, es indispensable que el director conozca, aunque sea limitadamente, el tema y la problemática teórica y metodológica de la tesis que dirige (y, si fuere del caso, también el marco geográfico y el contexto histórico). Falto de estos atributos, un director difícilmente podrá reconocer cuán original es el trabajo del tesiario, en qué medida sus resultados son comparables con los de otras investigaciones y cuál sería su aporte al campo de estudio en que se inscribe.

Personas con una experiencia investigativa limitada o una producción académica reducida no suelen tener un buen desempeño como directores, ya que su labor tiende a oscilar entre aprobar todo lo que el tesiario hace y rechazar los avances de su tesis con base en justificaciones vagas o ambiguas que, pese al rigor académico que invocan, no dan origen a recomendaciones claras y específicas para mejorar la versión final.

A directores de este tipo, se les dificulta reconocer el potencial académico de los tesiarios y el grado en el cual las circunstancias personales y laborales de estos pueden influir en la realización de sus tesis.

Para que una tesis de grado o posgrado pueda ser elaborada y defendida en un plazo razonable (de uno a tres años), es esencial que, desde un inicio, el director, con base en su dominio del tema y en su experiencia como investigador, se forme una expectativa de lo que esa tesis podría ser. Esto es una tarea compleja: no todas las tesis pueden ser dirigidas de la misma manera, debido a las diferencias en el potencial académico y en las circunstancias de los tesiarios; la dificultad de los temas de investigación es desigual; y el grado de exigencia debe adecuarse al nivel de la tesis (licenciatura, maestría o doctorado).

Si los aspectos anteriores se consideran, al director se le facilita determinar cuándo la tesis alcanza el mínimo necesario para ser defendida, pese a las limitaciones o vacíos que pueda tener.

Veinte años atrás, un académico extranjero señalaba que si los tesiarios costarricenses pusieran en práctica todas las recomendaciones dadas por su comité asesor, corrían el riesgo de que se les acabara la vida antes de poder terminar la tesis.

Con este comentario, se refería a la falta de criterios claros para evaluar los avances. En vez de precisar lo que debía ser mejorado o corregido para que el tesiario defendiera a corto plazo, los miembros del comité lo abrumaban con demandas para expandir su investigación en todas las direcciones imaginables. Incapaces de evaluar lo que la tesis iba a ser, y lo que podría aportar en esos términos, la cuestionaban por lo que no sería.

Cuando los comités proceden así, aparte de inducir al tesiario a la dispersión (si es que no lo desorientan completamente), se arriesgan a incurrir en criterios discriminatorios, ya que el “rigor académico” exigido puede variar de acuerdo con las preferencias ideológicas o las características personales del tesiario, su posición en las relaciones de poder universitarias y su distancia o cercanía con las autoridades académicas involucradas en su proceso de tesis.

Para controlar la influencia de tales factores y para que la revisión sea más eficiente, conviene definir los mínimos y máximos de las tesis esperadas, según las especificidades de cada disciplina y el título a que aspira el estudiante.

En Ciencias Sociales, Filosofía y Letras, una tesis debería tener entre tres y seis capítulos (además de introducción y conclusión), cada capítulo comprendería entre 5.000 y 10.000 palabras, se elaboraría –como mínimo– el borrador de un capítulo por semestre, y todo el proceso duraría entre año y medio (licenciatura) y tres años (doctorado).

Plazos desproporcionadamente mayores limitan las posibilidades de formación especializada posterior de quienes alcanzaron títulos de licenciatura y maestría, y acortan la distancia entre la finalización de esos procesos de especialización (sobre todo a nivel de doctorado) y la jubilación.

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