Procuré responder a don Julio Rodríguez, sus alusiones sobre este diputado “municipalista”, lo cual hasta ahora ha sido imposible, y tener un debate de mayor nivel. Mi afán utópico me hace volver al realismo de su autoconfesada “caracolesca existencia”.
En Alajuela, caracol es el apodo que le damos al que se arrastra. ¡Qué precisión con la que se autodenomina! Espero que esta frase haya sido una ligereza de don Julio, ya que si es capaz de autoofenderse, ¿cuánto más lo hará con sus semejantes?
Respecto a lo oscuro de su existencia, es una confesión que dejo pasar. Salta la duda si esa oscuridad no sea la razón recóndita por la que se ensaña contra las figuras públicas, principalmente contra los representantes populares.Cree ofenderme al llamarme mandadero de Óscar Arias. Muchas veces he cumplido sus tareas. Así lo hice en la diputación del 86 al 90: defendí su Plan de Paz, voté la creación del Banco Hipotecario y el bono de la vivienda. Dictaminé su propuesta para la financiación permanente de los gobiernos locales. En el 2005 redacté el capítulo de su Plan de Gobierno en el área de descentralización, y, en su último Gobierno, junto a sus Ministros de Planificación, elaboramos la primera política de fortalecimiento a las municipalidades en la historia de la República, cuya calidad fue reconocida por la OEA. Además, preparamos la Ley Marco para transferir competencias y recursos a los ayuntamientos que se aprobó en marzo, cuya implementación hará que evolucionemos de un sistema centralista a uno descentralizado. Construimos más de 1500 proyectos de la más diversa naturaleza en los 520 distritos de nuestro país que hoy son una hermosa realidad, como “mandadero” de don Óscar. Le recuerdo a don Julio que “honrar honra”.
Sé que le atormenta el pronunciamiento de la Fracción del PLN en su contra. Le aseguro que el acuerdo unánime fue razonado y sabiendo que su encono se reflejaría en nuevas columnas ofensivas. Me fulmina como un rival “chiquitillo, obeso y puro pueblo”. ¡Vaya argumentos de un intelectual!
Recibí su irónica invitación de concentrarme en la final de fútbol, convencido de que desea descalificarme para los asuntos de Estado, en los que usted presume de saber sin haberlo demostrado nunca. Como liguista, estuve de cabeza en la final. Disfruté el deporte de nuestro pueblo; con atuendos rojinegros y tengo el mejor concepto de los que viven la fiesta del fútbol: talentosos dueños de medios, periodistas, profesionales, académicos, jornaleros, empleados públicos, sacerdotes, agricultores, familias enteras y hasta con la Presidenta de la República, quienes desde sus trabajos engrandecen la Patria, sin avergonzarnos de tener esa afición por el deporte rey que, como decía Parmenio, “aunque muchos lo juegan a patadas y manotazos, el deporte sigue siendo un asunto de cabeza”.
He sido cuatro veces elegido a puestos de elección popular: regidor, alcalde y diputado y una vez llamado a un cargo del Poder Ejecutivo como Presidente Ejecutivo del IFAM. Fui elegido diputado a los 25 años y, pese a tantos años de servicio público, también he tenido tiempo para actividades empresariales y profesionales.
Escribo artículos, discursos, políticas públicas, proyectos de ley, y hasta un libro. Sabiendo mis limitaciones en este campo, en unos la introducción la hizo don Óscar Arias, en otro Rolando Araya y el libro fue prologado por el exalcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, considerado uno de los mejores gerentes-públicos de América Latina. La mayor lección al escribir fue saber que expongo mis ideas sabiendo que existen muchas otras y mejores. Presume de ser lector de los clásicos griegos; le recomiendo un sorbo de la sabiduría de Sócrates, que una vez dijo “sólo sé que no sé nada”.
Soy hijo de gente trabajadora y abnegada. En ese hogar y con su ejemplo me inculcaron el “ganarás el pan con el sudor de la frente” y que “es de bien nacidos ser agradecido”. Conozco y me esmero por hacer de la Parábola de los Talentos la máxima guía de mi vida, por lo que le exijo se retracte donde pérfidamente alude al narcoterrorista, de ingrata memoria, Pablo Escobar.
Las libertades individuales y colectivas consagradas en la Constitución tienen como contrapeso la decencia y la verdad. Usted profana ambas.