Dos realidades, dos mundos, una reflexión

Esta es una organización que nace en Chile  y en la actualidad existe en más de 10 países en América Latina. Su objetivo es

Entre el 18 al 23 de diciembre, 2009, tuve la oportunidad de ser parte de un grupo de jóvenes voluntarios de la organización Un Techo Para Mi País, Costa Rica.

Esta es una organización que nace en Chile  y en la actualidad existe en más de 10 países en América Latina. Su objetivo es dar un techo digno a familias en condiciones de pobreza extrema.

Sin esperar nada a cambio, decidí entrar, participar, conocer personas nuevas e invertir mis vacaciones de una manera productiva y original.

A las 6 de la mañana, el punto de partida fue el Liceo Rodrigo Facio y el punto de llegada, Barrio Nuevo, localidad ubicada en el sector Sur de Multi Plaza del Este en Zapote. Veinte minutos después, entré a la llamada comunidad, un tanto asustada, cargando mis materiales de construcción y un grado muy alto de esperanzas que se mezclaron entre el paisaje que me llevó luego al análisis consciente de una realidad: casas con paredes de latas, malos sistemas para la recolección de desechos, puentes en mal estado, hacinamientos poblacionales, caminos de acceso complicado, personas adultas y jóvenes con problemas de drogadicción. Todo esto contrastaba con las sonrisas de los niños, dispuestos a colaborar con los voluntarios.    
Sin duda alguna, es un panorama bastante diverso y cuesta creer que alguien por cuenta propia haya decidido vivir en esas condiciones, pero para nadie es un secreto que el sistema económico actual es excluyente, y las grandes mayorías son aquellos que pagan las consecuencias.
A eso de las once de la mañana, cansada físicamente de serruchar, pero con ánimos de seguir adelante con mi análisis puesto, veo hacia Multi Plaza del Este,  parqueos llenos de carros, gente con buenas ropas, que caminan con grandes bolsas y regalos. A escasos kilómetros tenemos dos realidades, dos mundos, pero una sola reflexión:
Esto me conduce a pensar que las brechas sociales se marcan cada vez más, pues la pobreza se intensifica año con año y seguimos poniendo curitas al problema en vez de ofrecer soluciones que puedan acabar con dicha situación desde su raíz. Los niños sonrientes marcan la esperanza y el deber de cada uno de nosotros los jóvenes: velar por un futuro digno. A pesar de que no vivimos en Barrio Nuevo, sí somos parte de esta realidad, pues tenemos el deber moral de buscar la manera en la cual podamos ser útiles para el desarrollo social de los pueblos que como Barrio Nuevo ven en estos suelos, un surco de esperanza y porvenir. Por lo tanto, nosotros, los jóvenes podemos marcar la diferencia en  nuestro país y de toda nuestra Latinoamérica.

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