Una educación en defensa del medio ambiente se hace imprescindible desde los primeros años escolares. Se trata de inculcar en los niños la importancia de proteger la naturaleza y el medio humano. Las estrategias político ambientales deben incorporar a toda la sociedad, al Estado, a las organizaciones internacionales y a los estados mundiales. Está claro, la problemática medioambiental es un asunto de todos sin exclusión.
Hablar de una educación medioambiental nos obliga necesariamente a la adopción de una cultura medioambiental, en que se entrecruza lo espiritual con lo científico. Bertrand Russell decía que el mundo estaría mejor sin nosotros; y este razonamiento no es nada equivocado. Parece que por siglos hemos sido el virus de este hermoso planeta, pero, no podemos seguir siendo un virus, debemos dar un giro radical en la naturaleza humana. Aunque se pudiera eliminar a la raza humana, de ninguna manera sería la mejor solución, pues, seguiríamos en el mismo círculo vicioso. Muchos concuerdan en que será el ser humano el que definitivamente dará fin a cualquier existencia en el planeta. Hay muchos mecanismos que pueden ser utilizados para la defensa del medio ambiente. Algunos de ellos resultan muy onerosos, sobre todo para los países más pobres; sin embargo, no son estos países los únicos responsables de los daños, los países ricos están provocando un deterioro del 80 %. Una verdadera cultura medioambiental puede hacer que los gastos se reduzcan significativamente, y ni qué decir de la disminución en las alteraciones a la naturaleza y a la salud humana. La tecnología y la ciencia deben desarrollarse a favor de la naturaleza.
El consumismo se ha convertido en un enemigo fatal de la naturaleza, el interés por transformar los materiales naturales en productos domésticos e industriales ha trastornado el ciclo biológico normal. Los daños más serios giran en torno a las emanaciones de dióxido de carbono, aumento en las deposiciones ácidas, destrucción de la capa de ozono, abuso en el uso de pesticidas y otras sustancias tóxicas similares, destrucción de tierras vírgenes y bosques tropicales, erosión del suelo, escasez de agua potable y residuos nucleares. Todas estas situaciones se enmarcan dentro de una problemática mundial y propia de nuestra era, en que los daños son de una relevancia tal, que el estado de incertidumbre sobre nuestro futuro es más incierto de lo que parece ser, por más pesimista que parezca. Cada persona puede aportar mucho; para ello debemos involucrarnos en una ética medioambiental, lo que compete tanto a ciudadanos como a científicos, consumidores y empresarios.
En Costa Rica se han hecho esfuerzos por proteger a la naturaleza, pero aún falta mucho que hacer. Debemos ser más ordenados en cuanto a las estrategias urbanísticas, la recolección de basura, el control de los desechos, la utilización de los desperdicios, el destino de los desperdicios caseros e industriales y ser estrictos con las políticas preventiva y sancionatoria.