Debo confesar que me sentí interpelada con el artículo “La campaña que se avecina”, publicado por el profesor Roberto Salom en este Semanario, en la edición del 29 de marzo pasado. Por una parte porque creo que el proceso democrático que viviremos en unos meses en la Universidad de Costa Rica debería dar el ejemplo (en un país cansado de escándalos politiqueros), de lo que significa la Política y el debate de ideas divergentes, fundamentadas y en un ambiente de respeto. Y por otra, porque coincido con él cuando señala que de cara al futuro, la UCR debe buscar “… el reposicionamiento de la universidad en la sociedad nacional a fin de consolidar y recrear el liderazgo que le permita incidir con acierto en las tareas del desarrollo nacional, no solo con el gobierno de la República sino también con diversos sectores de la sociedad civil”.
A esta llamada de atención del profesor Salom se sumó, casi un mes después (el 26 de abril recién pasado), la presentación del III Informe del Estado de la Educación costarricense. Tal como he dicho en otros foros, la presentación me dejó realmente intranquila; la lectura completa (lineal), seriamente preocupada; pero el cruce de variables: aterrada. El estado de la educación costarricense, es lamentable. Hay un déficit inimaginable en infraestructura; el estudiantado de lo que más se queja es ¡del estado de los baños!; después de haber sido pioneros en el tema… ahora tenemos un serio rezago en el uso de tecnologías digitales en educación; la expulsión (mal llamada deserción) bajó porque los jóvenes ya ni se matriculan en el colegio; las subejecuciones millonarias del presupuesto destinado a educación, se suceden cada año de forma lamentable y en las universidades formamos docentes para un mercado saturado.¿Cuánta responsabilidad (por omisión o por acción) por esta penosa situación tenemos en la Universidad de Costa Rica? Si negamos responsabilidad quiere decir que hemos perdido liderazgo en el tema educativo y hay que recuperarlo. Si aceptamos alguna responsabilidad, es necesario analizar qué ha sucedido.
Pero aunque hay que ver hacia atrás y encontrar las acciones y omisiones para aprender y enmendar, lo que realmente urge es mirar el futuro: ¿qué vamos a hacer al respecto?
La Facultad de Educación ya conoció este III Informe en Asamblea y seguramente de allí saldrán propuestas al respecto.
¿Y el resto de la comunidad universitaria? Normalmente lo que se escucha es una queja sobre la educación deficiente del estudiantado que ingresa a la UCR. Pero por alguna extraña razón, en términos generales y salvando contadas excepciones, el profesorado universitario (que no es de la Facultad de Educación) no se siente interpelado por el estado de la educación básica y diversificada del país; es probable que no conozca este ni los anteriores informes; y no se percibe en la comunidad un compromiso explícito con la educación de los niños, las niñas y la juventud preuniversitaria del país.
La Universidad de Costa Rica, Benemérita de la Patria, es la institución educativa más grande, más antigua y con más prestigio en Costa Rica y en la región. Es el momento de retomar el liderazgo en uno de los temas más sensibles y fundamentales para el país: su Educación. Y me refiero a toda la Universidad. No solamente a algunas unidades académicas. La responsabilidad es compartida y para retomar el liderazgo es necesario hacerlo de manera conjunta. La complejidad del mundo presente, así lo demanda.
La coyuntura actual en la UCR, en la que se avecina una campaña política, es un momento propicio para colocar el tema de la Educación nacional como de interés institucional en todos los debates, foros e intercambios de ideas y propuestas que son propios de estos procesos democráticos.
Les invito a hacerlo. ¡Es urgente!