El 15-M, el Movimiento de los Indignados que surgió en marzo en España, finalmente llegó al lugar donde debió haber empezado desde el principio: a Wall Street. La Meca del capitalismo financiero y la especulación bancaria ha sido testigo en estos días de las protestas de miles de jóvenes que se han manifestado pacíficamente en la Gran Manzana, pidiendo un cambio en el rumbo de las políticas económicas que ya pocos dudan de que hoy es más necesario que nunca.
Mientras tanto, en Europa vemos con asombro y estupefacción cómo Grecia, la cuna de la filosofía, de la democracia y de la civilización occidental, a pesar de ser parte de la eurozona se hunde cada vez más en una brutal espiral de recortes salariales y despidos masivos que no parece tener fin, al mismo tiempo que se obliga a sus ciudadanos a pagar una deuda que muchos ya saben que es impagable. ¿Una simple casualidad o una triste alegoría?Al igual que sus pares españoles, los jóvenes estadounidenses protestan contra lo que el dirigente político español de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, llamó unos meses atrás “la dictadura de los mercados”, una dictadura cuyas armas no son la represión ni la censura sino la especulación financiera, y cuyos agentes no son policías ni soplones, sino las agencias de calificación de riesgo.
Lo que cada vez queda más claro es que este movimiento está cuestionando la concepción de democracia que ha dominado desde hace más de 50 años en la teoría y en la ciencia política tradicional: la del modelo representativo y procedimentalista que promueve las elecciones periódicas y el sufragio universal como ideales democráticos. Pero además pone de nuevo en el tapete la discusión sobre los alcances del “gobierno del pueblo”, sobre el poder real que tienen los ciudadanos en el mundo actual, sobre el papel de los cada vez más desprestigiados partidos políticos y sobre el derecho a la protesta y a la desobediencia civil.
Sólo esperemos que estos vientos de cambio trasciendan a los países del Primer Mundo y que alcancen pronto a nuestro pequeño y apacible país, donde parece que algunos ya dan por sentado que el próximo presidente ya fue elegido por un selecto grupo de empresarios de un partido político (más bien, maquinaria electoral) que todavía tiene el descaro de proclamar en sus estatutos que es socialdemócrata…