Pocas cosas tan tristes hay como perder la patria. Pero tener que dejarla para acudir al llamado del destino y cumplir los sueños en otras tierras, como le tocó a Paco Zúñiga, Yolanda Oreamuno, Eunice Odio, Max Jiménez, Rima de Vallbona o Chavela Vargas entre otros, más que perder una patria, puede significar ganar otra…
Cuando en la vida se cruzan las adversidades, qué hermoso sería que el ser humano tuviera la sabiduría del molusco, que convierte en perla, al intruso grano de arena que interrumpió su paz interior…
Pero el orgulloso ser humano no siempre está preparado para las adversidades; se aferra a la parte negativa de las cosas y desperdicia una valiosa oportunidad de crecer espiritualmente. Así como las golondrinas anuncian la primavera, las adversidades presagian cambio, hora de buscar otros cielos… La mente positiva convierte cada adversidad en un reto para vencer, camino al triunfo.
Importantes son en la vida los almíbares de la amistad, pero sanadora suele ser la sal que el enemigo coloca en la llaga. Parece injusto que una manada de leones persigan a una gacela… Pero en ese aparente acto de crueldad, no sólo se juega el almuerzo de unos y el pellejo de otros, sino el proceso evolutivo de ambas especies…
Ningún país hace grande a ningún ser humano; son los seres humanos extraordinarios, los que hacen grandes patrias. La gente que es aguijoneada por su medio ambiente y se va, lejos de perder un cielo puede ganar otro cuando se desprende del fango del rencor, sana la herida, abre sus alas y vuela hacia su destino… Los menos felices, humanos al fin, se atascan en el odio y dejan morir la virtud. Tal es el caso de Chavela Vargas, quien, lejos de aprovechar el ocaso de su vida para serenar su espíritu, despotrica su dolor en palabras soeces contra esta Costa Rica que la vio nacer y hoy la mira denigrarse sola, ignorando las palabras de Machado que dicen que el corazón no pertenece a donde nace a la vida, sino a donde nace al amor.
Las entrevistas suelen ser la tela donde el entrevistado se autorretrata de cuerpo y alma, con el carboncillo de la palabra, que describe los tesoros del corazón o los laberintos del alma… Chavela Vargas se autorretrató para El País (diario español); no sólo dolida y amargada, a lo cual tiene derecho, sino vulgar …
En su alarido grotesco es tangible el dolor de una herida que nunca sanó, desconociendo que la perfección de las espadas se logra con el fuego de las adversidades, el mazo de la constancia y el yunque del perdón. Se quemó en vano… ¡Ay!, lástima que los seres humanos, aunque poseen un buen acero, se contaminen con orgullos y rencores y la mayoría de las veces acaben, como Chavela, en la chatarrera común, corroída del óxido del dolor y destilando el orín de los rencores.
Es triste dejar la patria para realizar los sueños y es entendible el dolor; lo que es inaceptable es la malacrianza y la palabra soez que se dice contra un pueblo que, si bien culturalmente no alcanza su esplendor, no es ni el más retrógrado ni perdido del mundo… La vida le abrió a Chavela otros horizontes para desplegar sus alas, pero la cegó el odio y la amargura, ignorando que para perder la patria no hay que ir muy lejos, basta agraviarla.