En 1976 el parque que está al costado norte del Aeropuerto Juan Santamaría en Alajuela se vio engalanado con la colocación en su seno de un monumento de dimensiones impresionantes y de una belleza arquitectónica maravillosa.
En él se simboliza a una pareja de adultos en plena faena sacándole provecho a la tierra. Se visualiza también un niño asido al regazo de su madre, el cual reclama, probablemente, atención y cariño, pero ella por las características del trabajo que realiza se muestra impertérrita, concentrada en ayudar a su compañero y, más bien, preocupada por coayudar en la economía familiar sacándole a la tierra el fruto que después llevará a su mesa y, probablemente, si sobra, comercializar algunos excedentes que permitan, en el futuro, seguir en la misma lucha sin fin a que están obligados los campesinos de este país.Todo eso, y más, quiso capturar en un bronce el artista nacional Francisco Paco Zúñiga, maestro del lienzo y la escultura, para legarle a los costarricenses una obra que para la posteridad sería conocida como MONUMENTO AL AGRICULTOR. Igualmente, el predio que mencionamos al principio, por extensión, fue bautizado como Parque del Agricultor.
Todo esto es historia y durante más de 30 años el orgullo de los alajuelenses y del país en general se concentró y se materializó en esa obra. Niños, adultos, viejos y turistas siempre tuvimos palabras de elogio y reconocimiento para el Bronce, su autor y su impresionante mensaje. Sin embargo, como todo en la vida, el monumento se fue deteriorando, ante las inclemencias del tiempo y, hay que reconocerlo también, ante la indolencia de las autoridades responsables de darle mantenimiento; pero peor aún, bellacos de bajo jaez empezaron a “grafitearlo” y atacarlo más de la cuenta. Lo peor estaba por venir; el brazo izquierdo de la mujer, arriba del codo, fue mutilado con un corte tan perfecto y malévolamente planeado que no deja duda: ese sacrilegio no fue obra de un indigente ni de un vulgar chatarrero que es lo que hasta ahora habíamos pensado.
Hoy el monumento, mediante a un convenio entre el Ministerio de Cultura y Juventud y la Municipalidad de Alajuela, fue trasladado a los jardines del Museo de Arte Costarricense en la Sabana para su restauración final.
La discusión que ahora se da es si dejar el monumento como está, mutilado, como oprobioso castigo a una sociedad malagradecida y vandálica, o restaurarlo reconstruyendo el brazo vilmente arrancado a la madre y campesina que se simboliza en el bronce.
Para mi criterio, y este es el propósito de este comentario, hay una tercera alternativa. Luego de ver y valorar con detalle el corte perfecto que alevosamente fue infligido al monumento, no me queda duda que alguien o “alguienes” planearon un pervertido operativo para dejarse ese “trofeo de guerra” y burlarse a mandíbula batiente del pueblo costarricense, y peor aún del actor intelectual de la obra.
Exhorto, con indignación, a ese o esos bellacos y perversos “costarricenses” a devolver la pieza que hoy enluta a la cultura nacional. El mal ya esta hecho, no ampliemos la angustia que embarga a los restauradores. Si usted tiene la pieza, ya la disfrutó y se solazó suficiente castigando a los indolentes que no cuidamos como debía ser el monumento. Por favor, sea (n) consecuente (s) con su Madre Patria. Esta afrenta es casi, salva guardando las distancias, como una de las balas que cegó la vida de Juan Santamaría.
Le (s) dejo mi correo y si no pasen a dejar la pieza, cual bebé moribundo en una canasta, a las puertas del Museo de Arte Costarricense en la Sabana.