Últimamente en nuestro pequeño medio musical resulta ser que llega un empresario extranjero con un cierto capital y decide montar, por ejemplo, óperas líricas, y lo puede hacer. Todos participamos de dichos eventos. Cantando y tocando a precios muy reducidos. Si hubiera reglamentaciones para los espectáculos, habría que pagarles a los músicos de acuerdo con lo que dice la ley, para que todos salgamos beneficiados, pero la realidad no es así, esto refleja toda una descontextualización brutal musical. “Matar un chivo” quiere decir, entre los músicos, llevar a cabo un servicio en horas extra-laborales que proporciona una suma de dinero adicional, fortuita. Es probable que el “chivo” musical haya tenido un crecimiento marcado por este hueco legal que existe en las políticas culturales locales.
Se está tomando en cuenta únicamente el músico “clásico” o “sinfónico”: aquel intérprete que tiene estudios formales del instrumento y a la vez se ha preparado para tocar en una orquesta sinfónica, de solista o para impartir lecciones de instrumento en una escuela o conservatorio de música. La mayor parte de los chivos los encargan particulares o de acuerdo con el momento la empresa privada. Se llevan a cabo en iglesias: misas, matrimonios o funerales, no he escuchado chivos para divorcios, todavía. Se contratan músicos para fiestas privadas, inauguraciones, congresos, exposiciones, graduaciones, eventos varios como la venida de un artista extranjero.
Un punto particularmente delicado en cuanto a la realización de estos eventos es la escogencia del repertorio musical. Se da el caso de que la persona que contrata a los músicos exige un repertorio determinado, aún sin tener conocimiento específico en el campo musical. De esta manera el “concierto” puede cubrir piezas “clásicas” entre las más conocidas y “fáciles”, hasta piezas de música popular. Una actitud tan complaciente por parte de los artistas no llega a proporcionarles ninguna superación profesional. Lo anterior genera, en el nivel de desarrollo musical, una actitud pasiva, donde no se propone ninguna meta, ningún desafío, ningún intento de búsqueda, solo el monetario.
Lo mismo sucede en el nivel de cada músico en relación con sus cualidades técnicas. No se percibe el “chivo” ni desafiante técnicamente (a lo mejor se interpreta siempre el mismo repertorio) ni interesante. En este momento el “chivo” podría estar sobrepasando numéricamente y por la atención que el músico le dedica, al recital de música de cámara, otra tendencia en el futuro musical nacional, mucho más fecunda y con otras posibilidades de evolución.