Este planteamiento lo fundamentamos en el análisis de la coyuntura sociopolítica que tratamos de condensar en el ensayo “El despertar de la ciudadanía. Ideología del miedo y cultura de la no violencia en Costa Rica” (EUNA, 2010). En este trabajo, el análisis del “memorando del miedo” en el contexto del debate del TLC con Estados Unidos nos permitió visualizar mejor el rumbo y la fuerza de una nueva ciudadanía política costarricense, acorde con una nueva cultura política que venía abriéndose paso enfrentando a la vieja cultura caudillista-autoritaria, patriarcal y clientelista.
Destacamos, en esa oportunidad, tres características del despertar de esta nueva ciudadanía. Primero, busca afirmarse sobre su propio “piso”, no delega de manera incondicional su representación y se reconoce y dignifica como sujeto político. Segundo, demanda la construcción de un nuevo proyecto de país con los más altos niveles de inclusión social; respetar y reconocer el rostro diverso de la ciudadanía desde una visión intersectorial e intercultural. Y tercero, se muestra beligerante en exigir por parte de quienes asuman protagonismo político un compromiso con una cultura y una ética del diálogo, la transparencia, la solidaridad y el sentido patriótico.
De estas características, cabe destacar, atendiendo al comportamiento ciudadano en la reciente contienda electoral –y tal como lo revelaron los datos de la encuesta post-electoral 2014 del CIEP-ECP–, que se confirma el despertar y protagonismo de una ciudadanía con elevados niveles de autonomía. Por una parte, el porcentaje de abstencionismo es alto, lo que muestra la persistencia de un ciudadano crítico y pensante, todavía en compas de espera. Por otra parte, se tiende a apoyar más al candidato-líder, por sus ideas y propuestas, que al partido; es decir, este apoyo se ofrece en su condición de ciudadano y no tanto de político perteneciente a un determinado partido o ideología. No se trata del “fin de las ideologías” ni de los partidos políticos, pero sí de una ciudadanía que se comporta más como movimiento social y, bajo esa condición, se resiste a otorgar legitimidad y apoyo a los partidos y sus líderes atendiendo a las estrategias y ofertas de campaña, a la manera tradicional. Baja el perfil de la partidocracia y ganamos en democracia.
La ciudadanía costarricense de hoy, con una elevada autoestima como sujeto político, es portadora de energías creativas que la convierten en un agente de cambio decisivo para enrumbar al país hacia mejores metas de calidad de vida. Los partidos políticos progresistas y sus líderes deben sopesar esta realidad para contribuir a revitalizarla. Con ello, podremos contribuir a forjar el nuevo pacto social post-neoliberal por la equidad, la inclusión y la sostenibilidad. Ojalá no perdamos esta oportunidad histórica.