Cuando una de las empresas encuestadoras reveló que al Frente Amplio lo separaban unos cuantos puntos del candidato del PLN, La Nación (6/12/13) entró en pánico y convocó a las estrellas democráticas para que se alinearan en el cielo e hicieran su trabajo en el aquelarre de las elecciones.
El caso no es nada nuevo para un medio periodístico que es una alfombra para los intereses de la clase dominante local y transnacional. Eso sí, las líneas periodísticas deben ser circunspectas, con el decoro de la divisa democrática en la solapa. La cruzada es muy sencilla: hay que ligar a José María Villalta con la izquierda latinoamericana para descalificarlo (Chávez, Ortega…), es decir, hay que asustar a la gente con el socialismo Bolivariano, con el sandinismo, con la izquierda latinoamericana…
El discurso ideológico debe ser mesurado y convincente para asociar al joven candidato del Frente Amplio con la inexperiencia, con esas ideas etéreas de los jóvenes rebeldes. Eso sí, hay que excluirlo discretamente con mitos y estereotipos electorales. Como usted sabe, el estereotipo generaliza y distorsiona la realidad, los hechos, los grupos sociales y los individuos. El mito cumple una función social, es la enunciación de una verdad −por supuesto, no se hace referencia a nuestra abuela la Esfinge, que ya está harta de calumnias y difamaciones que la implican en el destino incestuoso de Edipo−. Pero volvamos, en el siguiente párrafo, a ejemplos del mito electoral que no es cosmogónico sino trivial y explica verdades irrefutables en una Costa Rica escéptica y desencantada por las promesas electorales, el arribismo, la corrupción y el continuismo político del Partido Liberación Nacional.
Un inteligente y consumado jurista aduce que las expropiaciones son irreversibles en el gobierno del Frente Amplio, la reforma agraria es inminente, la Constitución Política será objeto de cambios sustanciales y la estructura jurídica sucumbirá. Un galeno, hombre sabio y respetuoso de la vida, se golpea el pecho, henchido de patriotismo, llama a combatir a muerte a todo aquel o aquella que sea parte del montaje comunista del Frente Amplio. Un economista y columnista del diario señalado da su adhesión al partido, campeón del libre comercio, reflexiona y decide ser portavoz de los más necesitados: un acto filantrópico que conmueve al más humilde ciudadano. Un grupo de yupis nacionalistas (un anglicismo a la medida de los jóvenes ejecutivos), innovan las redes sociales con anuncios creativos como la colaboración de las once mil vírgenes, las devotas de María, con inclusión de la ídem. Un grupo de evangélicos (la fuente científica y bibliográfica de CNN no especifica la militancia: mormones, bautistas, pentecostales, cuadrangulares,…) ayunan y oran para exorcizar los demonios del Frente Amplio. Por dicha, Fernando Sánchez es un hombre converso, lleno de fe en la Santa Sede y alejado de toda sospecha política.
En fin, en el paroxismo del discurso ideológico, el editorial de La Nación (7/12/13) somete a un análisis semántico y lingüístico la nota de condolencia, por la muerte del Comandante Hugo Chávez, enviada al Gobierno de Venezuela por el Frente Amplio. Y el editorialista concluye que “La carta… va más allá de la cortesía…”, es decir, la sentencia es inobjetable y no admite recurso alguno: El Frente Amplio es chavista. El aquelarre ha sido convocado desde Tibás y el arsenal ideológico (ese tejido de ideas que le dan coherencia a los estereotipos y mitos) sigue siendo el mismo discurso de los inquisidores.