Costa Rica es una burbuja. Su gente se enfrasca apasionadamente en sus asuntos puertas adentro, pero ignora, o finge ignorar, lo que sucede allende sus fronteras. Para tomar en cuenta algo que ocurre fuera del país es necesario que ese algo penetre en la burbuja y eso, naturalmente, ocurre cuando ya no hay nada o muy poco que hacer.
Dejo para otra ocasión la lista de temas internacionales que se atendieron cuando ya era tarde. Ahora mismo comenzamos a preocuparnos de la Alianza del Pacífico, cuando hace meses Laura Chinchilla pidió el ingreso. Ya tenemos a la indeseable Alianza en la sala de la casa, cuando deberíamos haberla despedido en el momento en el que se acercó a la puerta de la calle.Y siguen ocurriendo cosas en el mundo que nos afectan, aunque no queramos verlas. Nadie aquí parece afligirse porque las relaciones entre el Este y el Oeste se deterioren peligrosamente y surjan zonas al rojo como Ucrania y Venezuela. Seguimos en nuestro mundillo doméstico, de apariencia tan seguro. Al fin, no tenemos nada que ver con los conflictos entre las potencias; somos un pequeño país sin ejército.
¡Pero sí tenemos que ver! El canal de Panamá está ahí nomás. El canal no solo es importante por el comercio, lo es más por el tráfico militar de Estados Unidos, lo que nos coloca en situación de riesgo, porque somos un país vulnerable en el Caribe y mucho más en el Pacífico, que es por donde asoman las alertas.
Y si se llegara a construir el canal de Nicaragua, cuyas obras están programadas para iniciarse en diciembre de este año, quedaremos en un fuego cruzado. Mucha habilidad va a tener que desplegar don Luis Guillermo para sustraer al yigüirro del águila yanqui y del dragón chino.