Esta expresión es muy usada entre los ticos para describir al jefe de jefes, el tomador de decisiones, la persona con la última palabra. La mayoría de nosotros conoce bien la expresión, no así sus raíces. Nace de uno de los peces más grandes, impresionantes y difíciles de capturar: el mero.
Este pez vive en los fondos marinos, usualmente cerca de manglares y arrecifes. Existen muchas especies de mero, pero entre todas destaca un mero mero, el mero Goliat (Epinephelus itajara, su nombre científico). Esta especie llega a medir dos metros y medio y su peso máximo es de casi media tonelada.
Este increíble animal tiene una edad máxima reportada de 37 años. Sin embargo, el aumento en la presión pesquera y la vanidad del ser humano hacen muy difícil que cualquier pez, sin importar la especie, pueda sobrevivir durante cuarenta años.
Las poblaciones del Goliat se han visto diezmadas alrededor del mundo. Este vive tanto en el Pacífico, desde el Golfo de California hasta el Perú; como en el Atlántico, de Florida hasta Brasil en América, y de Senegal al Congo en África. Leyendo esta vasta extensión ustedes pueden pensar: ¿pero si está presente en dos océanos y en aguas de tantos países, cómo es posible que sus poblaciones se vean amenazadas?
La respuesta es simple: el ser humano se ha encargado de ello. Durante muchos años ha sido una de las presas más codiciadas por pescadores comerciales y deportivos. Muchos aspiran a tomarse una fotografía con él, otros a poder contar que capturaron a un gigante.
Es una especie muy susceptible a la pesca por varios factores: se congrega en grupos grandes para reproducirse, situación aprovechada por pescadores para capturarlo en grandes cantidades; es una especie sedentaria, por lo que es vulnerable a la pesca dirigida; por su gran tamaño no se siente amenazado cuando buzos armados con arpones se le acercan; se puede decir que padece de exceso de confianza; los peces de mayor tamaño (y más buscados por pescadores) son los más fértiles, generando miles de veces más huevos que peces de menores tallas; se encuentra en las aguas de muchos países, por lo que su manejo requiere un esfuerzo internacional.
Su pesca está prohibida en el sureste de EEUU, en Puerto Rico, en las Islas Vírgenes de EEUU., y en el Caribe, gracias a los esfuerzos de la Agencia Oceanográfica y Atmosférica Nacional de EEUU y al Consejo de Manejo Pesquero del Caribe.
En otros países de la región, se han dado intentos de manejo. Pero, ¿qué hay de Costa Rica, estamos protegiéndolo nosotros?
La respuesta simple y rápida es no. Nuestra legislación no contempla medidas de manejo para el Goliat. Está incluido en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como especie en peligro crítico; sin embargo, esta lista no es vinculante; es una recomendación de manejo que no debe ser acatada obligatoriamente por ningún país.
Lo más lamentable es que en algunos medios de comunicación nacionales tratan como héroes a los pescadores que capturan este gentil gigante. ¿Creen ustedes que un medio periodístico sería capaz de publicar una nota enalteciendo las proezas de un cazador que va en busca del jaguar y luego de capturar uno, lo arrastrara vivo amarrado con una cadena por varios kilómetros? Al igual que ustedes lo dudo; sin embargo, eso es lo que sucede con el Goliat.
Se enaltecen las proezas de un pescador foráneo en el Caribe, que dirige sus esfuerzos a este noble gigante. Se toman fotografías de pescadores nacionales destazándolo en el Pacífico.
Cambiar la percepción del costarricense acerca de la caza de especies terrestres enigmáticas y en peligro, costó muchos años; ya va siendo hora de que estos esfuerzos se repitan en nuestras aguas. El Goliat es tan sólo una de tantas especies de gigantes marinos, amenazados con desaparecer de nuestras aguas.
Para lograr que las poblaciones de estos gigantes se recuperen, requerimos de un esfuerzo grande, donde todos debemos dar nuestro aporte: el Gobierno, promoviendo cambios en la legislación y manejo de la especie; universidades y centros científicos, generando los datos necesarios para el manejo; organizaciones no gubernamentales, uniendo esfuerzos y dando el apoyo necesario; el público, negándose a comprar a estos gigantes en las pescaderías y exigiendo cambios; y, de mayor importancia, los pescadores. Sí, los pescadores, pues sólo con su ayuda y buscando un cambio de mentalidad y actitud lograremos que este gigante se recupere.
Sólo así podremos conseguir que el Goliat vuelva a ser lo que siempre fue: el mero mero.