El Museo de Guanacaste: una larga espera

Por el involucramiento que tuve en un intento de reapertura del Museo Regional de Guanacaste, debo alegrarme al conocer que el Museo Nacional nuevamente

Por el involucramiento que tuve en un intento de reapertura del Museo Regional de Guanacaste, debo alegrarme al conocer que el Museo Nacional nuevamente manifiesta su interés de concretar tal proyecto (“Antiguo cuartel de Liberia renacerá como museo para la cultura guanacasteca”, La Nación 17 de marzo de 2014).

El Museo de Guanacaste ha sido por muchos años una aspiración de muy diversas personas y organizaciones de Liberia, así como de grupos comprometidos con el patrimonio cultural de la zona y del país. Todos ellos han puesto su esfuerzo por ver el Cuartel de Liberia −un esplendoroso inmueble, dichosamente declarado patrimonio histórico arquitectónico− convertido en un digno museo, donde se represente el patrimonio material e inmaterial de la cultura guanacasteca y de las culturas particulares que se han manifestado históricamente en esa región.

Como muchos sabrán, el museo ya funcionó en el pasado, aunque con muchas vicisitudes, al punto que, entre choques de intereses, debió cerrar y reabrir en varias oportunidades. Como funcionario del Museo Nacional en aquel entonces, me correspondió en el año 2003 la coordinación en el sitio de uno de esos intentos de reapertura, con la única colaboración de la esforzada joven liberiana Natany Centeno.

En aquel momento, en el Cuartel estaba instalada la Comandancia de la Fuerza Pública,  puesto que no había podido trasladarse a su nuevo edificio, y teníamos a nuestra disposición solamente un salón insalubre en donde se agolpaban un par de escritorios, algunos archivos, y muchos problemas, casi en su totalidad heredados de gestiones anteriores. Pero, al lado de todos esos inconvenientes estaba el gran sueño de ver convertido en realidad un museo dinámico del que pudieran, en el mediano plazo, disfrutar los liberianos, los guanacastecos, los ticos en general, así como aquellos extranjeros que quisiesen conocer parte de nuestra historia, tradiciones e identidad regional y nacional.

Era un sueño nuestro ver restaurado en su totalidad el edificio, con el apoyo del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, habilitando todos y cada uno de sus espacios, y darle el realce que se merece, recuperarlo en su totalidad, puesto que para ese entonces no era más (con el respeto de los funcionarios de la fuerza pública que ahí debían mantenerse), que un descuidado edificio, sucio, con baterías sanitarias insalubres, con criaderos de zancudos. Estaba en nuestra mente habilitar cada espacio para exhibir recursos patrimoniales arqueológicos, etnohistóricos, de la creación popular tradicional y actual, de la creación artística local y externa, la realización de actividades para el fomento de la educación ambiental y del ámbito cultural en general; en fin, crear, con la conjunción de muchas fuerzas, un espacio abierto para el beneficio de las mayorías; un espacio dinámico para el enriquecimiento del saber, la participación y el quehacer de la población.

Nuestras ideas se nutrieron también de la interacción con muchas personas y grupos, como la Asociación para la Cultura Liberiana, la Asociación de Amigos del Museo, coordinadores de la Universidad de Costa Rica y de la Universidad Nacional en Liberia, y otros, con quienes en general tuvimos una armoniosa, aunque lamentablemente muy corta, relación.

Finalmente nuestro sueño no se hizo realidad en aquel momento. Tanto Natany y yo, como dos compañeras (Greta Bennett y Sonia Calvo, q.p.d.) que intentaban realizar una tarea similar en el Museo de la Cultura Afrolimonense en la ciudad de Limón, fuimos inadvertida e injustamente −puesto que nunca medió una argumentación clara al respecto− separados de nuestros puestos por la entonces Junta Administradora del Museo Nacional. Esa Junta Administradora, además, decidió abruptamente suspender el Programa de Museos Regionales que sólo pocos meses atrás había querido echar adelante con nuestra colaboración, pero contradictoriamente decidió sólo mantener en su puesto, hasta el día de hoy, al coordinador del mismo.

Nuestras aspiraciones sólo quedaron parcialmente planteadas en informes técnicos y administrativos; a lo mejor de alguna manera habrán sido tomadas en cuenta en la nueva propuesta institucional. Lo importante es reconocer el interés oficial que ahora se hace público, de intentar llevar a cabo –ojalá de forma definitiva− un gran sueño de los liberianos, los guanacastecos y muchos grupos y personas que se ocupan de nuestro patrimonio y el quehacer cultural, quienes ven en ello un gran propósito educativo, de identidad cultural, e incluso como un elemento de desarrollo sano y constructivo: la instauración, ahora sí con los recursos correspondientes, el personal necesario, los criterios técnicos necesarios, un inmueble debidamente acondicionado, y con la participación activa de voces y voluntades locales y regionales, del Museo de Guanacaste.

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