El nihilismo financiero

La realidad y los datos indican totalmente lo opuesto: 4% de las empresas producen hoy el 96% del dinero, algo a todas luces socialmente

El nihilismo financiero está  basado en el engaño del consumo contra el préstamo fácil, en la negación de cualquier otro modelo económico y en la falsa promesa de un crecimiento ilimitado que automáticamente distribuirá algún día la riqueza.

La realidad y los datos indican totalmente lo opuesto: 4% de las empresas producen hoy el 96% del dinero, algo a todas luces socialmente depredador y anti-natural…

Otra de las promesas del nihilismo financiero es la de seguridad o protección contra “el mal”, que opera bajo dos ejes: la manipulación del pueblo y la movilización del miedo.  En una de las tipificaciones criollas de la campaña política estilo Chinchilla, esa seguridad se nos vende como una múltiple promesa de numerosas “seguridades”, englobadas en una “seguridad para el futuro”.
Por favor: sean escépticos en cuanto a toda promesa de repartición “para el futuro”, que se asemeja más a una promesa de “salud y salvación” que a cualquier propuesta de acción concreta.  Una estrategia análoga a las del antiguo comunismo de estado y su falacia del futuro “reino de los hombres” liberados del trabajo (Camus).
En sus manifestaciones más ortodoxas, el nihilismo financiero-cientista llega incluso a prometer la inmortalidad del ser humano (en cualquier caso, ¿cuántos la podrán pagar?) y la explotación del universo entero al servicio de la humanidad.  Los líderes de éste nihilismo pronostican este evento histórico para después de mediados de éste siglo (singularity.com).
Pero la verdad científica de tan controvertidas promesas no es tanto el punto.  Lo que debe de preocupar, es la instrumentalización in extremis de la sociedad y su intelecto al servicio del imperio financiero, en manos de una élite a la cual pocos o ningún miembro de nuestra sociedad pertenece.  ¡Seamos francos!
“Sostenibilidad” Importada vs Sustentabilidad Local
Inclusive cuidado con el mal entendido y manipulado “desarrollo sostenible” que nos venden desde afuera, concebido y diseñado más para sostener el  modelo depredador y desigual que instaló la soberanía del “consumidor global”, por encima de la soberanía de los pueblos y de la apropiación de sus propios recursos naturales: todo hay que saberlo filtrar muy bien.
De ahí las incongruencias y contradicciones en que caen los héroes del capitalismo en cuestiones de ambiente: antes de seguir empujando ciegamente a todos a la piscina del “desarrollo”, deberíamos estar trabajando en la creación de comunidades sostenibles, capaces de dar sustento socio-político participativo, democrático, cultural, ecológico y a nuestra sociedad.
Pero desdichadamente hoy por hoy la mayoría somos hijos (y esclavos) de ese nihilismo financiero y del egoísmo puro.  Es por eso que nadie debe ofenderse de que la o lo tilden de títere: los que manejan sus cuerdas son a su vez títeres de intereses más poderosos y esos de otros y otros, cada vez más poderosos.
En particular, el sistema financiero que nos gobierna, más que un sistema de títeres y marionetas es como un encadenamiento o engranaje de matrioskas, dentro de las cuales todos en menor o mayor grado estamos contenidos. Y si emprendemos un viaje, atravesando las paredes de esas matrioskas interconectadas, al rebasar la última pared lo que encontramos es ¡la nada!:
…sí señoras y señores, hoy por hoy todas y todos trabajamos al servicio de la nada…
De ahí que lo importante, a la hora de analizar la propaganda política reciente, no es tanto el tamaño de la sombrilla “protectora” del Estado: más bien su material de fabricación, o su grado de permeabilidad.
Y debo aclarar que no me refiero tanto al grado de permeabilidad en el sentido del aguacero, como en el sentido inverso: hay sombrillas estatales que funcionan bajo un fenómeno análogo al de la ósmosis invertida.  Un fenómeno que el pueblo mexicano (que hoy con más de un 50% de su población sumida en la pobreza) hace unos 15 años ilustró con el cuento del “chupa cabras”.
Recientemente, el cinismo del nihilismo financiero llegó a los conocidos extremos de pedir billones para pagar sus imprudencias y aún así continuó repartiendo millonarias bonificaciones, bajo su lógica del “ganar-ganar” (que por supuesto también nos venden, para que sean siempre los más débiles y explotados los que pierdan, cuando la verdad es que ¡todos perdemos!).
Mientras tanto, los estados alegan no tener fondos para auxiliar a los desempleados, entre otros desfavorecidos…  El déficit aumenta y amenaza… y para sostener el sistema se depende del poderío capitalista de la República Popular (del cual no estamos excluidos y al cual también nos entregamos). Por eso es que actualmente estamos viviendo el inicio de la fase terminal del capitalismo: el capitalismo totalitario o CapitalisMAO. Su versión local: La “Dictadura-en-democracia”.
Y ahora, de este sistema que se está  imponiendo de forma totalitaria ¿quién nos salva? Pues, de acuerdo con la posibilidad de elegir (y de actuar) que en teoría todavía tenemos, ¡la responsabilidad recae en nosotros mismos!
De hecho, Costa Rica introdujo, a mediados del siglo pasado, a través de su dialéctica interna, prácticas socio-políticas locales, singulares e innovadoras, de las cuales nos beneficiamos todavía hoy.  Pero a mediados de los 80’s durante la fase final de la guerra fría y del capitalismo triunfante nos plegamos y el vacío nos jaló hacia el hoyo negro en que estamos sumidos hoy…
Si Costa Rica termina de consumar su entrega de lo que le queda de realidad, dignidad, ambiente, cultura y democracia al nihilismo financiero, la transformación hacia una sociedad sustentable, que tarde o temprano tendrá que venir para evitar el colapso, será mucho más dura.
Esa es quizás la realidad que nos debe iluminar durante esta crisis electoral, para poder escapar de los cercos del vicio y de la “objetividad” de una razón que ha “cosificado” e instrumentalizado al mundo, en medio del simulacros personificados, mediáticos y festivos.

 

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