El PAC en su laberinto

Y que conste: ni he militado nunca en el PAC, ni pretendo hacerlo, no busco nada allí. Para mí, la política electoral, es objeto

Partamos de una base segura: la única opción para romper el ciclo político tradicional imperante desde hace más de medio siglo, es el PAC.

Y que conste: ni he militado nunca en el PAC, ni pretendo hacerlo, no busco nada allí. Para mí, la política electoral, es objeto de análisis, no medio de subsistencia.

Y así lo afirmo consciente de la sana distinción weberiana: no soy político de vocación, menos paquiano. Así que lo que me apresto a decir carece de cálculo, mas no de interés, siendo que, “en democracia, políticos somos todos”, como suele decir Saramago.
Por eso hoy lo que pasa en el PAC es asunto, también, de los que no están en el PAC y buscan, palabras más palabras menos, un cambio.
Einstein explicaba que no es posible resolver un problema con los mismos elementos que lo crearon. Así las cosas y ya no para el mundo físico sino para el político: nada nuevo vendrá de los de siempre. O se cambia a las personas que detentan el poder alternando dos banderas que bien parecen las alas de un mismo pájaro desde hace decenios, o seguimos en lo mismo.
El cambio no será fácil, la traslación de poder entre tan distintos elementos implicará algún trance, incluida una curva de aprendizaje que puede tomar meses, pero jamás todo un gobierno. Los que lleguen, si llegan, no pueden ser aprendices, como ha pasado tradicionalmente con los más importantes puestos ofrecidos como premio amistoso, ofrenda electorera y hasta repartición ganancial.
Preocupa, entonces, cierto purismo que sobrevive al PAC, muy al tono de su líder. Una falta de practicismo que nada tiene que ver, aunque tal cosa se pretenda, con la ética como expresión de las reglas compartidas (intersubjetividad) del correcto actuar.
Si el PAC se aferra al purismo de “ahorrar” gasto electoral para no hacer uso de la deuda política que le corresponde como la segunda fuerza política: pierde.
Si el PAC no entiende que la democracia de hoy es teledirigida (el 80% de la población se informa por televisión según un reputado estudio que dirigí el año pasado) y se posiciona mediáticamente y con sentido de oportunidad, visto el adelantamiento de la campaña en la otra acera (el PAC no está solo): pierde.
Si el PAC se encierra en vez de abrirse a nuevos cuadros, jóvenes en su mayoría y preparados para liderar, sin la pesadumbre de imposiciones éticas que amenazan con quemar a quien caiga en la mira desgraciada de algún enemigo que le monte un escándalo mediático: pierde.
Si el PAC no convoca a esas figuras –no pavorreales- insignes que han sido emblema de los sectores más diversos y que por dignidad se han mantenido al margen de ese cementerio de las virtudes en que se convirtió la política en Costa Rica desde hace tiempo: pierde.
Si el PAC no demuestra ser mucho más que Ottón Solís y un grupo de exdiputados: pierde.
Si el PAC no enseña su capacidad de unir al sí y al no, representándolos con igual energía y sentido de inclusión, para lo que ayudaría nominar desde ahora a un vicepresidente de una corriente (sí) y a otro del no: pierde.
Si el PAC no lo logra ahora: no lo logrará nunca.

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