En su “Informe Anual 1938” del Laboratorio de Botánica del Centro Nacional de Agricultura, considera urgente “Establecer:
a) Reservas forestales de la nación en lugares señalados por la importancia de su flora.
b) Un Parque Nacional. El primero de los que ha de reclamar el adelanto del país, conviene establecerlo cuanto antes en el monte del volcán Poás, antes de que por la influencia de la carretera en construcción, el exterminio y el mal gusto precipiten la desfiguración comenzada allí hace cuarenta años”.
Luego, en 1955, siendo profesor de la renovada Universidad de Costa Rica (UCR), propuso “dedicar 1000 hectáreas como reserva forestal o campo de estudio al que con el tiempo pueda dársele la orientación que caracteriza a los Parques Nacionales”, donde efectuar prácticas docentes y “como material indispensable en los estudios que se relacionan con la tierra, fauna, meteorología, suelos e hidrología del país”.
Así, cuando los costarricenses apenas daban sus primeros pasos en las hasta entonces desconocidas ciencias ambientales, el Dr. José María Orozco Casorla, adelantándose a lo que luego sería el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) proponía el inicio de un proceso que, gracias a su labor pionera bien fundamentada, luego derivaría en el establecimiento de parques nacionales, refugios de vida silvestre, reservas naturales y otros, que hoy cubren un cuarto del territorio nacional.
Y lo hacía en momentos en que nadie lucraba con la conservación de la naturaleza y el sentimiento patriótico se imponía a los movimientos interesados, que incluso pretendieron administrar los parques nacionales mediante una “sociedad anónima” con fines comerciales.
En su prolífica carrera profesional, siempre demostró gran capacidad intelectual y rigurosidad científica, que le valieron el respeto de los intelectuales que gozaron de su presencia y sus enseñanzas.
No es, por tanto, producto de la casualidad, el que atendiendo un pedido especial llegado desde Argentina en 1936, se le solicitara escoger la que sería la Flor Nacional, para que luciera sus galas en el “Jardín de la Paz” que entonces se establecía con flores de todos los países en la nación suramericana.
De esta manera, la Secretaría de Fomento y Agricultura dio por buena la designación de la Guaria Morada y el profesor Orozco envió la planta, semillas, su descripción botánica y otras informaciones a que reinara en el país suramericano. Tres años después, mediante decreto ejecutivo, el presidente León Cortés oficializó la designación que había hecho el maestro, luego de superadas algunas objeciones que el tiempo se encargó de descalificar.
Tan grande y trascendental ha sido su obra, que aunado al libro de Humberto Barquero Mora (“José María Orozco -un sabio en el mundo de las plantas- “) que obtuviera el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en 1982, en estos días se ha publicado un nuevo libro (“José María Orozco Casorla -digno Benemérito de la Patria- “) escrito por sus hijos Edgar y Ricardo Orozco Saborío y publicado por Editorial Juricentro, S. A. Obras en que se hace un especial esfuerzo de síntesis de la vida y obra de este gran costarricense, Benemérito de la Patria (1976), Pionero de la Biología (1970) y a quien las autoridades de la UCR honraran en vida, al bautizar con su nombre (1959) al Jardín Botánico de la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio, entre otros reconocimientos.
Con sobrada razón, se le reconoce como el “Padre de los Parques Nacionales”, y por ello aplaudimos el proyecto de ley que busca denominar como “Parque Nacional Volcán Poás -José María Orozco Casorla” al parque que propusiera en 1938 (¡hace 72 años!) y que, cosa nada rara en Costa Rica, provocara fuerte oposición de parte de quienes en actitud mezquina y si se quiere, envidiosa, expresadas mediante sus adláteres, detuvieron en su camino “para no ocasionar transtornos (sic) nacionales e internacionales”, según escribiera un funcionario del SINAC en setiembre del 2002.