En el momento en que se suscitó en Costa Rica la discusión sobre el aumento del sueldo de los diputados al inicio de la actual administración, me vi tentado a escribir un artículo sobre la misma temática pero desde la perspectiva del padre Florencio Castillo; sin embargo, por varios motivos no lo pude hacer, en alguna medida con la esperanza de que el futuro brindara otra oportunidad, y creo que el hecho de que este 1 de octubre se cumplen doscientos años de que Costa Rica eligió a su diputado a las Cortes de Cádiz bien justifica volver sobre la materia por varias razones.
En primer lugar, valorar el hecho de que la elección de este diputado supuso el inicio de la vida parlamentaria del país. Fue la elección de su primer diputado a un Congreso en el que América, también por primera vez, tendría voz y voto en un Congreso según la época moderna.
El gran papel desarrollado por el padre Florencio en las famosas Cortes de Cádiz, que entre otras cosas lo llevó a ocupar la presidencia de estas, nos dejó la alegría de que aquel inicio no nos llenara de vergüenza; todo lo contrario, su accionar lo llenó “de honor dejando ya eternizado su nombre en gloria de esta Provincia” como le escribió el vicario de Cartago en 1813.
El desempeño del diputado costarricense debería ser una especie de faro que guíe a todos aquellos que se crean llamados a ejercer un cargo similar en Cuesta de Moras. Muchos serían los aspectos para tener en cuenta en esta línea, tales como su formación académica, su interés por el bien común más que el personal, su conocimiento de la realidad para poder tomar mejores decisiones, su visión integral de la vida individual y social, su interés por defender y favorecer a los más desvalidos de la sociedad, etc.
Pero el caso al que quiero referirme es al sueldo de los diputados. Un congresista que ame su Patria y su vocación de parlamentario debe estar marcado por una disposición al sacrificio. En el caso del padre Florencio, encontramos esta cualidad precisamente en que no le importó si tenía sueldo o no para desempeñar su tarea. Costa Rica tiene muchas deudas con él; una de ellas las dietas que debían pagarle como diputado; nunca se las enviamos, siempre dimos excusas para no hacerlo, y hasta pensamos en retirarlo del Congreso.
¿Cuál fue la posición tomada por el padre Florencio Castillo? Si bien trató de que su provincia le pagara las dietas, por más de un año trabajó gastando su patrimonio personal para sostenerse en la cara ciudad de Cádiz. Durante ese tiempo, repetimos, más de un año, realizó otra acción patriótica, sabiendo que el Imperio español estaba pasando por una crisis económica debido a los gastos de la guerra contra Napoleón que había invadido España, no pidió tampoco dinero al erario público sino hasta que sus carencias ya fueron insoportables. Tal fue su situación que al finalizar las Cortes de Cádiz tuvo que pedirle al Rey una canonjía de merced, la de más bajo rango por cierto, para poder mantenerse, pues hasta había empeñado para subsistir sus objetos de plata que había llevado de Costa Rica.
Por estas razones, fue enviado al cabildo catedralicio de Antequera, ciudad capital del Estado de Oaxaca, México. En este lugar también dio muestras muy nobles como sacerdote. Elegido diputado para dos periodos en el Congreso de ese Estado, el padre Florencio Castillo, por su propia iniciativa, pidió al Gobierno que le rebajaran el sueldo debido a que él ya tenía el de canónigo de la catedral. Le parecía un abuso, un robo el tener dos sueldos, aunque tal vez “legalmente” tuviera derecho, esto a pesar de que le sobraban formas de hacer uso de ese dinero cristianamente, como cuando hipotecó su casa en Oaxaca, apenas dos meses después de comprada, para respaldar un préstamo buscando fortalecer el fondo de dotes para las mujeres del asilo de huérfanas. Gracias a esta actitud de buscar trabajar por la sociedad más que a dedicarse a buscar dinero, Oaxaca fue el primer Estado mexicano que tuvo terminados sus códigos civiles.
¡Qué diferencia con nuestros diputados! Ante tiempos de crisis y no precisamente económica, sino de valores, bien vale la pena celebrar los doscientos años del nombramiento de nuestro primer diputado y ocuparnos un poco más en conocer su vida y pensamiento, para no perder el horizonte y naufragar neciamente, o deberíamos decir hipócritamente, porque si lo declaramos Benemérito de la Patria fue por algo y para algo. A no ser que quisiéramos formar parte del grupo al que conminó con las siguientes palabras expresadas en 1809 en la catedral de León, Nicaragua, en las honras fúnebres de su rector:
“Vosotros los que no vivís sino para vosotros mismos… ¿Ignoráis por ventura las obligaciones que habéis contraído con la Patria desde vuestro nacimiento? (…) Os atreveréis a decir: ¿qué tengo yo que ver con la Patria…? Hijos desnaturalizados que acostumbrados a disfrutar de los beneficios de la sociedad, habéis creído que se os deben por ser vosotros quienes sois. ¡Qué desgracia la de que sólo sirvan de pesada carga a sus semejantes, viviendo a sus expensas sin serles útiles en algo! ¿No os avergonzáis de haber nacido sólo para componer número y consumir el pan? ¡Egoísmo, peste gangrenosa de las Repúblicas, vicio de almas bajas y abominables!”