No se trata solamente de insuficiente número de médicos especialistas; de hecho, en muchas áreas no existe tal déficit en el país. Se trata, en realidad, de una pobre capacidad de resolución de los problemas médicos que la población demanda en el nivel institucional. A pesar que la gente realiza, por lo general, múltiples consultas en el nivel de atención primaria o secundaria, en los servicios de urgencias, y en algunos casos, a nivel privado, a falta de un diagnóstico oportuno y su consiguiente solución, finalmente el doliente se ve obligado a buscar la valoración de un médico especialista. Este labora en servicios atiborrados de gente que demanda el servicio, con citas a muchos meses o años, en espacios reducidos, la mayoría insalubres, con largas listas de espera, de las cuales solamente se ejecutan los casos que impone la Sala Constitucional de la República, con absoluta indiferencia por todos los demás “pacientes” que están esperando, entremezclados con muchos otros que no tienen porque estar allí; en el camino, no solo fallecen algunos, sino que en los demás, su enfermedad progresa, se hace más compleja, con mayor posibilidad de complicaciones, más consultas en todos esos servicios y, por ende, mucho mayor costo.
El problema comienza con la deficiente capacitación de los médicos generales; a pesar que existe, afortunadamente, el Sistema Nacional de Acreditación de la Educación Superior, todavía se siguen graduando profesionales de universidades que no merecen llamarse así, sin las habilidades necesarias para la resolución de los problemas de salud comunes en la población. Si el problema es de complejidad media o alta (la minoría del total de consultas), el caso es referido directamente a un servicio especializado, sin que necesariamente deba procederse así; por ejemplo, si los servicios de urgencias de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) contaran con una mejor capacidad resolutiva, reenviarían a los pacientes a su lugar de atención ambulatoria, en lugar de referirlos a un servicio de especialidad. Agravan el problema el fomento de la policonsulta y la polifarmacia que la misma institución promueve; la ausencia total de comunicación entre los actores de la red de salud; ausencia de seguimiento responsable de cada paciente y la casi inexistencia de “clínicas” dedicadas a la educación, orientación, prevención y detección de problemas que, bajo supervisión médica, evitarían muchas referencias a los servicios especializados. Falta de personal, dicen.
La formación de especialistas en la CCSS también adolece de varios problemas que limitan la resolución de los problemas médicos más complejos. En la mayoría de servicios clínicos, los médicos en proceso de capacitación no se integran a la mecánica de funcionamiento del servicio especializado ni dependen de la jefatura del servicio, porque no permanecen en él por mucho tiempo; la mayoría deambula por diferentes hospitales y se les asigna, con frecuencia, tareas no relacionadas con los objetivos académicos que deberían cumplir. En la mayoría de servicios de la CCSS no existen métodos protocolizados de atención ni docencia, ni objetivos medibles, ni bases de datos, ni investigación clínica ni liderazgo académico.
Si el paciente es afortunado y logra la esperada cita con el especialista, se encontrará con insuficiente número de camas -si el problema requiere hospitalización-, insuficiente número de quirófanos o de salas de cateterismo u otros ambientes para realizar estudios o tratamientos; insuficiencia de insumos, de equipos, de medicamentos eficientes, de personal paramédico entrenado, de personal que no esté incapacitado y de todas las demás necesidades logísticas no resueltas crónicamente, que seguirán engrosando las listas de espera, con más muertes y más costo. Con todas estas limitaciones, aumentar el número de médicos especialistas no va aportar mucho a la solución de esta situación apremiante para la salud de los costarricenses.
0 comments