La decadencia del mundo convulsiona al espíritu humano hasta destruir la solidez de sus verdades. La esperanza se deshace en muerte provocando una agonía interminable, una forma particular de realidad histórica se ha precipitado hacia su colapso.
La conciencia envenenada con fatalismos, cae de rodillas ante la ontología de un mundo creado ex illo tempore, frente al cual no puede hacer nada.
Tanto como el ser humano no puede sobrevivir a su existencia sin esperanza, tampoco puede sobrevivir en el mundo sin certezas.
El colapso de los sentidos de ser, provocado por la crisis integral del capitalismo, ha dejado al ser humano en una orfandad de significados, desde la cual sólo se puede percibir al otro como a una criatura amenazante, que deambula, en el anonimato, por un mundo que carece de importancia.
La solución posible a este colapso superestructural es la reasignación de significados a la existencia, a través de la configuración de nuevos sentidos de ser en el mundo. Pero esto implica un riesgoso abandono de la concepción ontología tradicional cristiana, que inhibe, epistemológicamente, la transformación del mundo, al colocarlo, como resultado de la acción creadora de una entidad metafísica, más allá de la capacidad humana de cambiar el estado de las cosas, pues ese estatus no depende de la voluntad del ser humano.
El mundo no es creación divina. Es una artificialidad humana constituida por relaciones articuladas de segmentos ontológicos y totalitarismos epistemológicos. Su solidez no depende tanto de condiciones materiales, sino de las pasiones que despierta; es por ello que su desprecio, o bien su simple descuido, lo precipita a su desaparición.
Solo el hombre que sueña el sueño del hombre despierto, que imagina, tiene la pasión suficiente para pensar en alternativas de dignificación a su presente de incertidumbres; solo el alma bella abraza la esperanza con la imaginación de su época, por medio de la imaginación reorganiza su mundo. Por medio de la pasión lo transforma.
La imaginación apasionada explora, por medio de prácticas, diversas formas de dignificación de la existencia, justo cuando la satisfacción con la vida es negada por la realidad histórica en la que existe. Las más hermosas utopías del espíritu humano no son más que la confirmación de la vida a través de la reorganización del mundo.
Lejos, sin embargo, estamos de poder hablar de una utopía materializable. El sujeto histórico que la constituye en mundo alternativo no tiene, en este momento, una expresión única, sino fragmentada.
Visible como diversidad de voluntades, el sujeto reconfigurador de significados se encuentra disperso en distintos lugares de la geografía del poder y la existencia cotidiana. La posibilidad de una nueva época histórica en la que un proyecto postcapitalista de mundo se constituya como alternativa de dignificación, para iniciar un humanismo absoluto de historia, sólo puede enunciarse desde la multiplicidad de sujetos y de saberes alternativos.
De esta forma, la reasignación de significados, la cogestión de nuevos sentidos de ser para enfrentar, con dignidad, la vivencia cotidiana de múltiples experiencias, ha de ser pensada desde una hermenéutica de confluencia sinérgica de reivindicaciones opuestas a situaciones de exclusión física y simbólica. La reivindicación de la dignidad humana es posible como fragmentación del mundo en diversas regiones de significado y sentido, comprensibles para sujetos que cogestionan formas de dignificadas de convivencia social.
Sin duda, es de lamentar que esta compresibilidad sólo sea posible dentro de los colectivos identitarios, fuera de los cuales, el otro es percibido tan solo con objeto de burla, o, en el peor de los casos, de disimulo, pues el disimulo es un desprecio que se prefiere ocultar.
En todo caso, lo que se ha de destacar es que la praxis de resignificación se asocia a prácticas alternativas de resistencia y reivindicación. Los nuevos sentidos de ser que emergen permiten a sujetos específicos reencontrarse con significados comprensibles, alternativos a un mundo en decadencia y configuradores de una vivencia cotidiana satisfactoria… al menos para unos cuantos.