De nuevo vuelve Michael Moore. El pasado marzo dio un discurso en Madison, Wisconsin digno de leer, reflexionar y aun meditar. Trasluce como siempre la sabiduría de esta persona y su desesperado llamado al pueblo norteamericano a que se alce en contra de USA INC. Llama a pensar si en realidad las bancarrotas, que se vienen efectuando, no son más que un disimulo de una acción ladrona e increíblemente sagaz de gobiernos y empresarios, para robarle al pueblo lo poco que tiene. Habla de los bajos sueldos, las muchas horas de trabajo y la frustración del pueblo de Estados Unidos. En fin, habla de tantas y tantas cosas, que en Costa Rica la prensa no comenta, al menos no los diarios de mayor circulación de la nación. Ciertamente lo que el neoliberalismo ha hecho en Estados Unidos, lo hará en Costa Rica y quizás mucho peor.
Podemos pues celebrar el advenimiento de un nuevo siglo con campanas y címbalos, danzas y libertades, pero el que no ve lo que ocurre en USA no comprende que el capitalismo neoliberal no ha de morir con facilidad. Es un sistema empresarial que deroga la libertad psicológica y convierte el hombre antrópico en un don nadie, que trabaja para la hiperacumulación del capital ajeno. Moore cita el hecho que 400 americanos tienen más dinero que 155 millones de sus ciudadanos. Ante esta vulgaridad se desvanecen los címbalos y tambores de la nueva era.La “Grande Epoch” no logró nacer y si lo hizo, falleció poco después. Moore coincide con los estudios citados en el Brasil y que han indicado, de acuerdo con el Dr. Leonardo Boff, que gran parte de las depresiones y suicidios de América Latina, son debidos al exceso de peticiones que se les hace a los obreros y los sueldos bajos que les propinan. Todo esto dentro de una matriz de incertidumbre en las áreas de vivienda, comida, educación, salud y transporte. Y dicha matriz, a su vez desempeñando el papel de una realidad imposible de detener en aras de un progreso, cada vez más estructurado y caracterizado a través de la atrocidad de las brechas.El hecho antropológico de la conversación se desvanece una y otra vez, dado lo mentiroso de un estado ilusivo de dicha naturaleza. Terminamos conversando con nuestras aspiraciones, y deseos y no con una sociedad de pares en que convivimos y que compartimos. Nos terminamos contestando a nosotros mismos, pues lo otro es una nada carente de toda celebración. El hombre es resistente, mas también se llega a quebrantar cuando confronta tales definiciones de la realidad. Tiene que internalizar que él es el culpable de lo que ocurre y no es en realidad su víctima. Se vive pues, una antropología, psicología y sociología, tremendamente repleta de comunicaciones falsificadas. Incluso de una comunicación que desvirtúa al oyente y por ende lo tiende a esquizofrenizar y ciertamente a inducir hacia una melancolía depresiva.
Lo increíble de todo esto es la pasividad que induce en el auditorio de las víctimas. Pasividad que los medios noticiosos alaban con frecuencia como una vocación hacia la paz.
Un hecho comunicado siempre induce un hecho de la conversación. Aunque sea esta mentalmente, pues es necesario procesar ese afuera a través del adentro nuestro. Es necesario para evitar una Babel sin sentido, en cuanto a lo comunicado. La conversación con lo ajeno y lo propio, se inicia a partir de algún momento. Aun leyendo, conversamos con lo que estamos aprendiendo. La simbolización ocurre en gran parte debido a las abstracciones de dicha conversación. Mas ante lo carente de realidad, definiéndose como lo real, no hay conversación que se pueda tener. Como dije anteriormente, lo ajeno no está ahí. El “otro” ha sido asesinado. La soledad nos encierra en una conversación con nosotros mismos. La creatividad se encuentra comprometida de manera que solamente genera al “nerdo” tecnológico o al desempleado. Se desacredita así el nivel de relevancia.
Sí se puede aprender por pasividad. Más, si se puede aprender a ser pasivo. La erradicación del principio de lo activo es una de las maneras en que las tiranías psicológicas se logran establecer. Se puede aprender un tipo de indefensión, que resulta en depresión y en síndromes postraumáticos del estrés. Confrontado con la nada, el ser humano se vuelve más pasivo, más triste y menos capaz de aprendizaje y creatividad. Así pues, aun aquellas personas que logran acumular a partir de la explotación sus fortunas, se convierten en seres neuróticos, endiosados y realmente figuras tristes, que parecen ser los “dramatis personae” de una telenovela para amas de casa de edad mediana.
Confrontado con esa nada, la burocratización de la sociedad es igualmente inevitable. El hecho de la felicidad conlleva el hecho de la conversación. Sin esa conversación no hay vida humana que se pueda reconocer como tal. Data desde el paleolítico. Es un hecho de heredad y civilización. Su ausencia corresponde a culturizar la muerte. ¡Es precisamente lo que hicieron con nuestro mundo!