El río San Juanito

Es por el cariño que profeso al río del manatí (Trichechus manatus), del tiburón toro de agua dulce (Carcharhinus nicaragüensis) –ambas especies prácticamente desaparecidas

Es por el cariño que profeso al río del manatí (Trichechus manatus), del tiburón toro de agua dulce (Carcharhinus nicaragüensis) –ambas especies prácticamente desaparecidas en dicho ecosistema- y de la flora y fauna que por siglos soportan el modo de producción capitalista, sustentado en el desarrollo a base del crecimiento de la depredación de la naturaleza –a pesar del discurso ecopolitiquero de los desgobiernos neoliberales- y del abultamiento del bolsillo del depredador (Homo ¿sapiens sapiens?), que siento la necesidad de llamarle en diminutivo.

El porqué de que durante más de 150 años los costarricenses no hemos gozado a plenitud de los beneficios del desaguadero del Cocibolca sólo se explica mediante la constatación histórica del intervencionismo europeo (inglés principalmente) y norteamericano (léase gringo) y del lacayismo centroamericano, cuyos intereses siempre han sido tutelados por los imperios de turno.De hecho, más allá de sus fronteras, el poder imperial promueve la atomización de pequeños Estados, los cuales resultan presa fácil de su dominio. Desde la primera independencia latinindia hasta hace escasos 50 años, el arbitraje de los imperios ha acompañado los procesos de definición de fronteras, y la balanza de intereses comúnmente se ha inclinado hacia el conflicto y la discordia, o sea, en favor de los negocios del árbitro, que en adelante saca provecho de las  inconformidades de las partes, incluida la venta de armas para dirimirlas. Este fenómeno repugnante se ha presentado con mayor énfasis en la región de Méjico y América Central, y cuatro potencias –España, Inglaterra, Francia y EEUU-, cuando no han sido actores que imponen fronteras, han servido de árbitros haciendo lo mismo.

La unidad dialéctica de la necesidad y la casualidad me induce a manifestarme indignado (necesidad) con respecto a la trocha que los “ingenieros” del MOPT escarban a orillas del río San Juan(ito); mientras que una feliz casualidad me permite hacerlo con la cabeza y no con el hígado:

El hecho casual de que un historiador llamado “Juan” (Juan Rafael Quesada Camacho), en su artículo “Mora Porras se empequeñece” (UNIVERSIDAD, #1936) haya espetado a la presidente Chinchilla el “¡Flaco servicio… a la memoria de Don Juanito!” que su ¿gobierno? le hace con decretar el nombre de la “vía” apelando a la gesta que el Libertador de Centroamérica realizó en las aguas del río San Juan. Es decir, Juan el historiador le dice a la presidente que Juan el Libertador no merece ser “ninguneado” (mi acepción de “reducir”) usándose su nombre en la trocha paralela al río Juan.

Pero qué le puede interesar a Doña Laura y a los suyos el honor de Don Juanito si su grandeza no engorda las cuentas bancarias de la oligarquía, ni las de los nuevos ricos, ni las de los políticos empresarios ni las de sus socios transnacionales. A esta gente le da igual si Juan Rafael Mora Porras venció a los imperialistas de Walker o si fundó el Club Unión. Lo que sí prima siempre son los chorizos que puedan hacerse cuando las ocurrencias en obra pública se salen de la pantomima del control político. Ahora veremos cuál será la “barrida ambiental” que el Tribunal Ambiental realizará en la “trocha” después de que Doña Laura se ha rasgado las vestiduras ante el festín de sus colaboradores con los fondos del “proyecto”, que sólo ha servido para degradar aún más la ribera sur del río San Juan(ito), talar los reductos de bosque cuya madera desaparece por arte de magia y secar humedales; y eso que vivimos en un país afamadamente ecologista. ¿Qué le asusta a la presidenta del comportamiento de sus socios cuando tanto han luchado por implementar el TLC y sus leyes complement(arias), entre ellas la de concesión de obra pública? ¿No promueven tales leyes con la neoliberal intención de hacer piñata con los dineros del Estado?

La tradición geopolítica del intervencionismo eurogringo evidencia las razones infortunadas que obligaron a los libertadores Mora y Cañas a errar entregando al invasor Walker al capitán de una embarcación militar gringa (¿qué hacía esa nave en aguas centroamericanas por más de dos meses?) y no asegurando los derechos limítrofes en el río San Juan.

Cuando los pueblos centroamericanos superen el engaño capitalista y descubran las causas históricas de nuestra nacionalidad, no dudarán en llamar a su río más importante –SAN JUANITO.

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