El voto del 7 de febrero

El desencanto con la política, la mediocre oferta propositiva de los partidos, la carencia de organización en las bases de los partidos y la

El 7 de febrero los costarricenses pudimos sufragar. El voto o sufragio, es de nuevo el arma principal para expresar nuestra simpatía (o nuestro descontento) con las opciones políticas de turno.    
 
Es vacuo discutir si la democracia de nuestro país se ha diluido o disminuido a únicamente esto, el voto.  No se equivoca quien argumente que la democracia en efecto, se ha reducido a emitir al sufragio cada cuatro años exclusivamente.

El desencanto con la política, la mediocre oferta propositiva de los partidos, la carencia de organización en las bases de los partidos y la reducción drástica de la militancia política son razones más que aceptables para explicar el por qué de este fenómeno que deja al voto como único eslabón democrático para la gran mayoría de los ciudadanos.
 
En el voto del 7 de febrero, pudimos evitar que la versión criolla del PRIísmo se consolide y empiece su auto-perpetuación. Pudimos evitar que absurdas ideas como dolarizar la economía o convertir este país en una zona franca se hicieran realidad.
 
El voto pudo lograr que el grupúsculo que gobierna este país hace años se llevara un buen bofetón. Pudimos, también, empezar a abolir el sistema que lleva 30 años concentrando la riqueza en pocas manos; sistema injusto, excluyente y salvaje que mantiene un estancamiento de la reducción de la pobreza y favorece precisamente a los que no necesitan los favores. También pudimos sepultar una manera de hacer política basada en prebendas y clientelismos que ya vemos como normal.
 
El voto pudo cambiar el rumbo del librecambismo y el monetarismo, hacía el Estado eficiente, solidario y complementario (no subyugado  al mercado) dejando de lado, al fin, al fundamentalismo de mercado que ya más que fracasado ha probado ser.
 
Fue una oportunidad perfecta para darle un certero golpe a la demagogia y el populismo de unos y a la arrogancia y los deseos de concentración y perpetuación de poder de otros. Sufragar con conciencia, con memoria, con criticidad y con deseos sinceros de acabar con el modelo económico y de Estado que no nos ha dejado nada en 30 años ya, es una necesidad de quienes consideramos el agotamiento de un modelo que ha sumido a América Latina, no solo Costa Rica, en la más profunda desigualdad y espiral descendente de pobreza y falta de oportunidades.
 
Al mismo tiempo, de todas esas cosas por las que el voto algo pudo hacer, hay otras por las que pudo hacer poco. Es aquí precisamente donde la reflexión y la introspección de todos nosotros, ciudadanos, se debe dar.
 
El voto no puede evitar que queramos ganar más dinero a costa de todo (y todos), aunque eso signifique entrar a negocios faltos de ética o a delinquir. El voto no puede evitar que cientos de empresarios sigan evadiendo a la Caja del Seguro Social. Tampoco puede lograr que los patronos inconscientes paguen el salario mínimo. El voto no puede evitar que sigamos tratando de pagar y recibir sobornos, para pasar por encima de lo que sea.
 
No puede el voto tampoco denunciar lo que tanto callamos los costarricenses. Guardar silencio ante las barbaridades que suceden ante nuestros ojos es cosa nuestra, no del voto. Leer un único medio informativo o ver un único noticiero y considerarlo verdad sacra, el voto no lo puede evitar. Glorificar la “farándula” y la frivolidad sobre la cultura y el talento, tampoco es cuestión de votos.
 
No querer estudiar y preferir pagar para pasar evaluaciones o exámenes el sufragio no lo podrá corregir. Nada puede hacer el sufragio (o el gobernante de turno) si seguimos incitando a la corrupción al funcionario público, si explotamos a nuestros empleados, si nos quejamos de la delincuencia pero seguimos comprando artículos robados a “topadores”, si seguimos promocionando a este país como paraíso sexual, si seguimos discriminando migrantes y refugiados, si seguimos pensando que “ellos” son los malos y los “ticos” no hacen nada, si seguimos prefiriendo el dinero fácil, si seguimos aceptando callados que se nos impongan defensores y la impunidad reine, si guardamos silencio ante los favores que muchos se ganan, si seguimos negligentemente obviando la naturaleza, si mudos y cabizbajos aceptamos que se gasten millones de colones en el voto de diputados para algunos proyectos y en campañas políticas sin saber de adonde vinieron dichos fondos,  si seguimos pensando que la violencia arreglará la violencia, si nos negamos a trabajar, si nos dirigimos por la filantropía y no por la solidaridad, si seguimos olvidándonos que esto es una sociedad y no individuos separados buscando su beneficio a costa de los demás
 
Mi preferencia partidaria usted, estimable lector, la podrá deducir. Y sí creo firmemente que el voto del febrero pudo cambiar múltiples cosas, dirigirnos hacía un rumbo más justo, hacia un país mejor. No obstante hay que recordar que el voto no podrá hacer todo lo que necesitamos y hay múltiples asignaturas pendientes que como sociedad debemos mejorar y otras muchas que debemos eliminar.

 

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